viernes, 6 de diciembre de 2013

Capítulo IV: Extraños

El Gran Sueño
Vol. I: La Búsqueda

-Capítulo IV-
Extraños

1

Mirándose al espejo y sin remera, estaba Ariel en su habitación. Ya había transcurrido un mes y medio desde aquel extraño suceso. Esa misma noche luego de haber informado la clasificación a la liga, su madre organizó una pequeña fiesta a la cual concurrieron su hermano, su madre y su tía. Ahora estaba feliz, porque en dos semanas se iría de su casa para competir, o al menos eso era lo que creía…
Tenía el rostro alegre. Después de haberse contemplado, miró el reloj, eran ya las siete de la tarde y como era verano el sol aún no se había ido. Se puso la remera que había arrojado sobre la cama de su hermano, sin mangas anaranjada con vivos rojos, salió de la alcoba y fue hasta el comedor a ver algún programa televisivo mientas hacia tiempo. Estaba solo, porque su hermano había salido con unos amigos y su madre todavía no llegaba del trabajo. Antes de encender el televisor, se preparó un jugo de naranja con un sándwich de jamón y queso. Ya con los aperitivos listos, se dispuso en la mesa del comedor donde la caja boba lo enfrentaba.
             “Toc-Toc”. De pronto oyó unos golpes en la puerta de entrada. “Toc-Toc”, nuevamente. Alguien llamaba a la puerta. Entonces, abandonando la visión de la TV, se paró y fue hasta la puerta para averiguar quién era.
-          ¿Quién es?- preguntó con voz elevada.
-          ¿Se encuentra el señor Ariel de dieciocho años de edad, nacido en este sitio de  Buenos Aires?-  respondió preguntando una aguda voz.
-          ¿Quién es?-  preguntó otra vez Ariel.
-          Eso no importa, sólo queremos verlo y hablar con él - dijo la misma voz - ¿Está o no?
Pero quién carajo es, pensó. Venía alguien preguntando por él y en esos términos. Miró por el visor del la puerta y su ojo notó que al otro lado estaban tres personajes de lo más raros, unos personajes que nunca se hubiera imaginado encontrar. “Toc-Toc” escuchó otra vez.
-          ¡Pero pará, pará un segundo che! - le salió decirles, y sí, por qué tanto apuro, tanto golpear la puerta, si ni sabía quiénes eran, pues que esperen - ¡Un momento! - les gritó. 
Y se fue a calzar, porque cuando estaba en la casa le gustaba andar descalzo y  sentir el suelo. Después de ir a la habitación por las ojotas, volvió al comedor en busca de las llaves. Mientras tanto iba pensando en esos tres que estaban al otro lado – acá están - se dijo a sí mismo tomando el llaverito de un corredor hecho en imitación bronce. No sabía bien por qué, porque nunca se ponía nervioso cuando tenía que atender a alguien en la puerta, sea quien sea, pero esta vez sí lo estaba, sensación que hacía que el llaverito que custodiaba la única llave se le tambaleara en la mano. Por fin pudo asestarle a la cerradura, le dio dos giros a la llave y despacio fue abriendo la puerta. Dudoso fue dejando ver su rostro  - Hola, ¿quiénes son…?
Tres personas lo observaban, lo contemplaban como ¿maravillados? Una habló, por el tono, era la que había llamado - Es un honor verlo, señor Ariel - le dijo reverenciándolo -, los tres estamos tan felices que no nos alcanzan las palabras para demostrarle la alegría que sentimos al vivir este momento.
El muchacho oía sin entender – Perdón, ¿pero quiénes son ustedes y cómo saben mi nombre? - cuestionó alarmado.
-          Si usted nos permite pasar a su morada le explicaremos todo en absoluto - mirando a su alrededor continuó -. Este lugar, la calle, es peligroso para contarle la verdad sobre usted.
-          ¡¿Eh?! ¿Qué verdad, qué cosa?
Ahora sí que lo habían cacheteado, como diría su tía cuando se tenía que referir a situaciones que descolocan a uno. Notando que los tres personajes ya se mandaban sin tapujos adentrándose en su casa, los paró en seco - ¡Ch-che, che, che! ¿Qué hacen, a dónde se creen que van? - les dijo - Ustedes, ¿quién carajo son, eh? ¿Me dicen ahora o llamo a la policía? - ahora sí que les había puesto los puntos, pensó, ni loco llamaba a la cana, pero sabía que decir eso asustaba a la gente o al menos la alarmaba. 
-          Ni hace falta que llames a nadie - intervino la más alta -. Venimos como se dice… en son de paz -, y le sonrío. 
Sí que son raros, deben ser unos pobres locos, ¿y si son secuestradores?, pensaba Ariel mientras entablaba en el umbral de su casa la charla más rara de su vida. No, qué secuestradores, acá qué van a secuestrar, de última nos tiran unos mangos, si somos unos piojosos, pensó después. 
-          Me dicen a qué vinieron o se van ya - se impuso Ariel, y se percató que además de todo, tenían unos caballos, ¡más raros, imposible!, pensó. 
-          Queremos hablar con usted, señor Ariel, es importante que nos deje pasar – dijo la más jovencita, la que antes había llamado a la puerta -. Es sobre el hecho de la Tierra - terminó diciéndole acercándose a su oído en un murmullo.  
Cachetada número dos, ahora sí que lo habían dejado sin habla. Saben lo que pasó, cómo, quiénes son, de dónde sacaron la información, se lo habrá dicho el entrenador, los compañeros… no, no puede ser.
-          ¿Ustedes saben lo que me pasó en la competencia? – atinó a decir.
-          Sí, y sabemos el por qué, que estoy segura que es lo que usted aún no sabe…-  contestó la misma chica de los ojos ¿violetas? Lentes de contacto, qué freak, parecen salidos de un cosplay, era otra de las ideas que se le cruzaban por la cabeza.
Pero lo cierto era que los raros habían dado en el blanco, porque sí quería saber por qué pasó eso ese día. Y Ariel aceptó - Está bien... pasen – dijo algo desconfiado.
Los tres extraños ingresaron a la casa acompañados por sus tres caballos. La puerta se cerró.
-          ¡Eh, eh! - gritó el joven - ¿Y esos caballos?
-          ¡Oh, perdón! - dijo la alta -. Te pedimos mil disculpas. Si me lo permites, llevaré  a nuestros caballos a ese jardín que veo.
-          Bueno...-  y qué más da, pensó Ariel, y la acompañó al jardín trasero de la casa.
-          Te doy las gracias por ellos - le dijo mientras le ponía comida, sacada de sus  bolsos, a los caballos, sobre el pasto.
-          ¿Eh? Bueno - dijo Ariel, porque entre una cosa y la otra no supo qué más decir.
-          ¿Puedo usar ese recipiente para darles agua?
-          Eh… sí, está bien.
Y la mujer alta agarró el tacho de helado donde tiempo atrás guardaba las canicas, y que ahora se había caído de la mesita plástica a causa del viento cuando la dejaron para que se seque luego de un rápido lavado que su madre le dio ayer. Anheló por un momento todas esas bolitas con las que se pasaba horas, él y su hermano, jugando, y que tuvo que vender en la feria que se armaba los fines de semana en la plaza del barrio. Bueno, al menos nos dieron unos pesos, pensó para complacerse. 
Una vez acomodados y atendidos los animales, y después que la mujer alta le hiciera unos mimos y les hablara al oído a cada uno, volvieron al comedor, donde los otros dos ya se habían sentado alrededor de la mesa redonda. Sin titubear, la mujer alta también se acomodó con sus compañeros. Ariel cerró la puerta corrediza que conecta el jardín con el interior de la casa, los miró allí dispuestos y tuvo que ir un momento hasta la habitación de su madre a buscar una cuarta silla. Revoleó toda la ropa que estaba arriba a la cama de la madre, maldita costumbre, pensó, y fue con la silla más rota de la casa a cuesta para sentarse a la mesa en la “grata” compañía de tres que todavía no tenía idea de quiénes eran. Y al fin se pudo sentar, apagó con el control remoto la televisión que había quedado de fondo - Bueno, ¿y, me van a decir quiénes son ustedes? - les dijo en tono alterado.

2

Un profundo silencio se presentó, hasta que la joven de los ojos violetas decidió hablar - Bueno, primero que todo debo comunicarle que esto que le contaremos puede que le impresione, pero le pedimos por favor que nos oiga.
Confundido, Ariel lo aceptó - Está bien, está bien- dijo-, pero empiecen de una vez, dale…
-          Nosotros somos tres viajeros que mi padre ha elegido para buscarlo. Ella - señalando a la mujer alta - es Ewon, y es la mujer con el más pleno conocimiento y sabiduría en las artes de la naturaleza, como dice mi padre. Él - señalando al joven que las acompañaba - es Agoth, un fiel Hombre que sirve incondicionalmente a mi padre. Y yo soy Simploy, hija del mago blanco Túkmuney, y de la doncella albina Simplem, fallecida en el instante en que me concedió la vida. Ewon tiene el don de poder comunicarse con los animales y de tratar vegetales conociéndolos a la perfección. Agoth es un gran guerrero que utiliza la espada con la mayor habilidad que se haya podido conocer. Y yo soy una maga blanca. Mi padre ha dedicado parte de su vida en inculcarme todas sus artes mágicas, además poseo la misma edad que usted, dieciocho.
-          Aja, aja! - decía Ariel - Entonces vos sos maga, el otro espadachín y esa habla con los animales, ¡ja, ja, ja! ¡No me hagas reír! ¿Es un chiste esto, no? ¿Me están cargando? - y se paró en un salto - ¡Chau, afuera de mi casa, vamos, vamos!
Los tres jinetes se miraron.
-          ¿Por qué no nos crees, Ariel? - preguntó Ewon.
-          ¡¿Pero cómo quieren que les crea?! - dijo Ariel perturbado.   
-          ¡Pues entonces lo llevaremos a la fuerza, y punto! - gritó Agoth parándose y  golpeando la mesa con sus puños.
Ewon y Simploy se incorporaron de un salto para retener a su compañero. Al escuchar los gritos prepotentes, Ariel pasó de alarmado a asustado - ¡¿Cómo, qué?! - decía - ¿Qué dijo éste? ¡Váyanse ya de mi casa o llamo a la policía! - otra vez con el chiste ese, de dónde iba a llamar si no tenían teléfono y el celular se lo llevó el hermano, pero algo tenía que decir. 
-          ¡No, no! - dijo de pronto Simploy - Siéntese, nunca le haremos nada que lo lastime, señor Ariel.
-          ¡Pero, pero...! - nervioso balbuceaba el jovencito - ¿¡Quién carajo son ustedes, mierda!? - les gritó rojo como un tomate y con los ojos bien abiertos.
-          Sí, sí... se lo explicaré, pero debe tranquilizarse - pidió la de los ojos violetas -, necesitamos que nos oiga, porque lo que tenemos para decirle es la mismísima verdad.
-          ¿La mismísima verdad? ¡Pero este tipo acaba de decir que me van a llevar a la fuerza, mierda! - decía a los gritos - ¡Ustedes no me van a llevar a ningún lado, carajo! Empiecen a decir eso de la “mismísima verdad” o les juro que los mato, ¡dale, dale! - palmeó las manos, y sí, si algo aprendió del padre del hermano es “si te están apurando, apuralos vos más a ellos, hablá siempre vos, no demuestres que tenés miedo, aunque estés cagado en las patas”.
-          Está bien, ¿pero se puede sentar, por favor? - pidió la joven.
-          ¡Yo no me siento un carajo! Esta es mi casa y hago lo que yo quiero,  ¿entendido? - respondió abalanzándose sobre la mesa y golpeándola con firmeza - . Hablen ahora o callen para siempre…
-          Agoth le ha dicho eso, porque usted, señor, deberá acompañarnos. Pero para que pueda comprender mejor oiga más de mis palabras, por favor - y prosiguió sin darle pie a Ariel a que siga gritando -. Todo este asunto ha comenzado hace ya tres mil doscientos sesenta y dos años atrás, cuando los Magos de la Caverna profetizaron la aparición de los cuatro elementos que lograrían la armonía entre los Mundos y el cambio del curso de la guerra entre las Magias. De estos magos blancos sólo ha quedado mi padre, Túkmuney. Los otros han muerto o han sido corrompidos formando parte del Mal. Ewon, Agoth y yo fuimos elegidos para llevar a cabo una misión, que consiste en hallar a los cuatro jóvenes que dentro de sus cuerpos llevan desde el momento en que se han engendrado en los vientres a los cuatro elementos dormidos.
-          Un momento...-  interrumpió Ariel - Explicáme bien eso...
-          Claro - contestó ella -. Estos cuatro adolescentes llevan dormidos en sus cuerpos a  los cuatro elementos primordiales de la naturaleza, o sea, al Fuego, al Aire, al Agua y a la Tierra.
-          Tierra...- pronunció por lo bajo Ariel perdiendo la vista en el aire.
-          Sí, Tierra, Ariel - le dijo de pronto Ewon.
Ariel miraba ahora a los tres elegidos a los ojos como si fuera creyendo en las palabras que Simploy le comunicaba, parecía estar más tranquilo. Pero la conversación todavía no había terminado.
-          Señor Ariel - dijo la maga -, ¿recuerda aquel extraño suceso ocurrido en los días pasados...?
-          Sí - contestó con la voz que le temblaba -, lo recuerdo como si fuera ayer...  todavía no puedo entender bien lo que pasó.
-          Nosotros conocemos sobre aquello que usted no puede descifrar - le dijo Agoth a  los ojos.
Un súbito y profundo silencio ocurrió. Ariel estaba inmóvil intentando ordenar las noticias que iban, poco a poco, aclarando sus hondas dudas. Entonces, sin mucha  decisión, el joven muchacho cuestionó, aun parado les hablaba.
-          ¿Por qué la tierra hizo eso? - dijo.
-          ¿Usted qué sintió cuando se produjo el fenómeno? - preguntó Simploy.
-          Yo...- pensaba - Yo sentí que... Sentí como si desde mi pecho una fuerza muy,  pero muy gigante saliera. Me sentí poderoso, como un Rey - calló de pronto para pasar a su próxima pregunta - ¿Cómo hice eso?
Simploy rió de leve forma bajando un instante la vista, luego le respondió – Pues porque dentro suyo yace el Elemento Tierra - confesó Simploy - ¡Pero no se confunda! - agregó imponiéndose más - Usted no es poseedor de tan hábiles dones, sólo ocurrió aquello porque el Elemento Tierra se ha manifestado.
Luego, Ariel perdió su mirada en algún punto indefinido. Fluyeron unos minutos y volvió en sí, miró despacio a cada uno, ellos también lo miraban atentos, y muy lento, fue tomando asiento y emitió otra pregunta - O sea que yo soy uno de esos chicos..., ¿no?
-          Así es, señor Ariel - le contestó Simploy rápida - . Usted es uno de los cuatro adolescentes que porta a un elemento de la naturaleza. En fin - le dijo parándose - , hemos venido hoy, Ewon, Agoth y yo para que usted, el portador del Elemento Tierra, nos acompañe en nuestra extensa travesía por el vasto mundo buscando a sus iguales, para reunirlos con mi padre, el Mago Túkmuney.
De repente los verdes ojos de Ariel se dilataron; su cuerpo tenso se recostó más sobre el respaldo de la silla y casi sin poder decir frase alguna, habló - ¿Hoy, ahora?- dijo - ¿Por qué...? - y le clavó su mirada a Simploy.
-          Porque hoy es el día en que debe acompañarnos - contestó Simploy mirándolo directamente a los ojos -. Debe hacerlo, por favor.
-          Pero mi madre..., ¡mi familia! - exclamaba con mucha desesperación - ¡No puedo dejarlos sin que sepan! Esperemos hasta que mi mamá llegue del trabajo, no tarda mucho en llegar.
-          Lo lamento - dijo ella -, pero no podemos perder ni un minuto. Debe comprender que usted ha venido a este mundo para cumplir una misión más importante que su familia - tomándolo suavemente por los hombros, continuó-. Ellos no entenderían nuestras explicaciones, si a usted le cuesta hacerlo, imagínese a ellos… no lo entenderán, nos meterán en problemas.
-          A ver si yo entiendo bien – dijo acentuando la palabra “yo”- . Vos sos maga, hija  de otro mago, ella habla con los animales y él es un guerrero o algo así…
-          Así es - afirmó Agoth.
-          Bueno, yo soy un ¿portador de la Tierra, y hay otros iguales a mí…?
-          Sí, iguales porque llevan en sí a los otros elementos, cada uno porta un  Elemento.
-          ¿Y por qué? O sea, ¿por qué tengo un elemento adentro mío?
-          Porque el elemento lo ha elegido, los ha elegido a cada uno de los jóvenes  portadores. Es usted el portador Tierra y no otro, porque no puede haber otro, otro cuerpo no lo soportaría…
-          ¿Cómo, se muere, explota? - la interrumpió Ariel a la maga.
-          Sí, se muere - le contestó -. Sus cuerpos están preparados porque, ¿cómo  explicarle…? Esto se lo tendría que decir mi padre, pero ya que lo pregunta…  Los árboles de vida de los cuatro portadores se originan en cuatro magos primordiales, de los primeros que supieron controlar los elementos de la naturaleza con destreza. Por eso sus cuerpos pueden soportarlos, porque ya los conocen, ya los han tocado, ya los han controlado hace muchísimos siglos. 
Después de haber oído esa explicación se quedó un momento callado. Pensaba en silencio, ¿sería verdad todo esto?, se preguntaba para sí. Bueno, lo ocurrido en la competencia no era algo que pasaba todos los días, ni que la gente vaya haciendo por la calle. Además, él había sentido cosas que nunca antes sintió, ¿sería eso lo que llamaban magia…? Así que él y otros más pondrían al mundo en armonía, sonaba lindo, sonaba heroico, pero antes de todo, si para ello debía partir, necesitaba más respuestas.

3

-          Magia…- murmuró Ariel -. Quiero ver magia - dijo firme.
Los tres jinetes se miraron, Simploy les hizo un gesto de aprobación – Con que necesita ver para creer… típica reacción de los hombres comunes, y lo entiendo, por eso le regalaré un hechizo, es algo simple, pero vistoso.
Entonces, a pedido del joven curioso, Simploy se puso otra vez de pie, esta vez con serenidad, alejándose unos pocos pasos de la mesa. De un momento a otro su cabello blanco se movía flotante, no sólo era su cabello sino que todos los objetos del ambiente también empezaron a flotar en el aire, al compas de los ademanes que la maga iba haciendo, las cosas iban de aquí para allá - ¿Ahora cree que soy una maga?- preguntó de pronto -. Sólo movió la cabeza hacia adelante y atrás, con la boca abierta Ariel contemplaba el acto mágico (es verdad, ¡carajo, está flotando todo!). Y de un momento a otro, Simploy dispuso todo como en un comienzo, y cesó. 
-          Bueno señor Ariel, espero le haya sido útil la demostración para decidir - le dijo - . No quiero presionarlo, pero le quiero aclarar que de una u otra forma este año va a dejar su casa, lo puede hacer hoy con nosotros, o más adelante con los otros. Le aclaro, por si le queda alguna duda, que nosotros somos de los buenos, no le recomiendo que se quede esperando a los malos. 
-          No señor, no se lo recomendamos – intervino Agoth - . Personalmente me quedo con los buenos - y le guiñó un ojo.
-          Te lo resumo, jovencillo - decía ahora Ewon -, porque sé lo que estás pensando, te lo adivino en la cara. Tienes el Elemento Tierra dentro de ti, nosotros los buscamos para que los elementos, que pronto despertarán, ya has probado tú mismo una manifestación de ello, sirvan para fines buenos, o sea, para salvar a toda la vida. Te recuerdo que dentro de esa vida se encuentra tu familia – y le sonrió. 
De lenta forma, la mirada del joven fue tornándose más transparente, le había cambiado. Así, se incorporó veloz - Está bien, voy a ir con ustedes - les dijo - . No puedo explicarlo, pero hay una rara sensación dentro de mí que me hace confiar en ustedes.
 Los tres le sonrieron alegres.
-          ¡Qué feliz me hace escucharlo decir tales cosas! - pronunció Simploy.
-          Igualmente quiero saber algo más - propuso Ariel.
-          Dinos - pidió Ewon.
-          ¿Cuándo voy a volver?
Oída la pregunta, en una ráfaga de segundos, los tres voltearon a mirarse como si con sus ojos pudieran comunicarse algo. Simploy fue la que dio al chico la respuesta –Sí señor Ariel - le dijo con una voz algo opacada -, regresará en un largo período. Pero lo hará...- después bajó la vista esperando una contestación.
-          Entonces voy - respondió ahora con decisión el joven -, quiero salvar a mi  familia y a la vida.
Así, Agoth, y al instante Ewon, se pusieron de pie. La esbelta dama chasqueó los dedos y fue directo al ventanal. Allí los caballos aguardaban tranquilos. Ewon abrió la puerta corrediza y miró a los ojos a los tres animales, poco después la siguieron muy atentos. Mientras tanto, Simploy comunicaba a Ariel que acapare algunos objetos esenciales para la partida; el joven en un bolso, respondiendo al consejo de la maga blanca, guardó algo de ropa, unas pocas provisiones y demás cosas útiles. Mas antes de la retirada, y a espaldas de los tres jinetes, el jovencito dejó una corta nota sobre su cama dirigida a su madre, que la amaba tanto; y tomó una grisácea sábana de uno de los cajones del guardarropas.
Ya en la puerta, estaban los restantes esperando para salir.
-          ¿Ha traído la túnica? – le preguntó Simploy.
-          Acá está - le contestó mostrándole la sábana - ¿Está bien esto?
-          Perfecto - afirmó Simploy colocándola encima del chico para cubrirlo - . Nadie  debe dar cuenta que es usted el que viene con nosotros.
Cuando iban a ser las veinte y treinta horas, salieron enfilados: a la cabeza iba Simploy que llevaba en su caballo, detrás, a Ariel cubierto con la sábana desde la cabeza a los pies. Después Agoth y finalmente Ewon. La casa había quedado sola. Luego de un mes de viaje, los tres audaces jinetes volvían a cabalgar marchando a toda velocidad. Irían hacia el Norte, su próximo destino: Nueva York.

4

Para esos momentos habían cabalgado doscientas cuadras alejándose. Desde el interior de la sábana, Ariel iba mirando todo. Sentía una extravagante sensación: mezcla de melancolía y también ansiedad por saber aún más. Cuando la madrugada les pisaba las vagas sombras no había ciudad, porque ahora galopaban por la ruta. A su alrededor sólo se veían pastos y yuyos crecidos o plantaciones de algún cultivo intensivo. De tanto en tanto, como un rayo pasaban automóviles, ensordeciéndoles los oídos. La oscuridad, al fin, lo envolvió todo, y  Ewon se detuvo un momento y encendió los faroles; uno se lo dio a Ariel y el otro a Agoth que iba en la retaguardia. Ni una frase hasta el momento, y las horas continuaban transcurriendo.
Menos mal que aceptó por su cuenta, pensaba Simploy muda. De sólo imaginar lo que tendrían que haber hecho para sacarlo de su soñada vida le corría un escalofrío por el cuerpo. Era una maga blanca, una buena chica y no le gustaba andar usando la magia para engañar a la gente. Sin embargo, no se podía despojar de los nervios, porque sabía que la mentiras tienen patas cortas, si algo se le había fijado en su personalidad era esa idea, inculcada sin descanso por Túkmuney, que a su vez le fueron grabadas por Zilti. 
-          ¿Dónde estamos? - preguntó de pronto Ariel.
-          Estamos dejando las fronteras de Buenos Aires - le contestó Simploy - . Aún  nos resta mucho camino, si es lo que quiere saber.
-          ¿A dónde vamos? - volvió a cuestionar.
-          Muy lejos de aquí - respondió ella mirándolo un instante -, nos quedan seis  meses a caballo – dijo con naturalidad y siguió mirando el trayecto.
-          ¡Seis meses! - exclamó sorprendido - ¡¡Eso es un montón de tiempo!!
Al oírlo Ewon se aproximó con su caballo e interrumpió las siguientes palabras de Simploy diciendo - Seis meses a paso de caballo, y... - una corta pausa y después miró a la maga - dos meses a vuelo de Ripul.
Muy asombrados, de golpe Agoth detuvo la marcha. Esas palabras que Ewon había dicho habían pasmado a los dos viajeros, ahora la miraban quietos. Simploy preguntó - ¿Ripul? ¿Aún existen?
-          He leído que los Ripul habían desaparecido de este Mundo hace al menos mil setecientos años - comentó Agoth.
-          ¡Claro, Agoth! Eso es cierto, aunque la cronología es un tanto más extensa – dijo Ewon - ; los Ripul abandonaron el mundo común, pero continúan existiendo en otro Mundo, se comenta de ellos como una buena leyenda de cuentos mágicos, pero todavía viven audaces como siempre lo han sido... - y perdió la avistó un sólo momento en el cielo estrellado.
-          Ripul... ¿qué son Ripul? - preguntó Ariel interviniendo en la charla.
Ewon, porque lo creyó conveniente, desmontó y prosiguió - Los Ripul son aves enormes parecidas a los flamencos por sus colores rosados y largos y delgados cuellos, pero con alas amplias semejantes a las águilas, son grandes como un elefante africano adulto con alas replegadas, pero al extenderlas alcanzan el tamaño de una orca macho. Tienen una visión insuperable y garras tan fuertes como para capturar en un instante a un hipopótamo.
Ariel se le quedó mirando, ahora aves gigantes, qué seguiría, ¿unicornios y dragones? La idea del qué más le giraba por la cabeza; al fin y al cabo, ya se había ido de la casa sin ningún aviso, y encima, con los tres tipos más extraños que jamás hubiera visto - Increíble…- exhaló en un hilo de voz.
-          Lo es, no creas que eres el único en pensarlo – le contestó Ewon -. Entre el  ambiente de los conscientes los Ripul son prácticamente un mito, hay muchos que hasta niegan su existencia – la dama miró ahora a Agoth y a Simploy - . Permítanme llamarlos para que ayuden a la Misión, con ellos todo será más rápido y seguro.
Sin dudarlo ni por un segundo, Agoth le respondió – Entonces qué esperas Ewon, ¡llámalos! Simploy no creo que tenga algún problema… ¿no? 
-          ¡Pero no, es fabuloso Ewon! Los Ripul… ¡qué felicidad! – se la veía radiante, su sonrisa transmitía calidez, una sensación de… ¿seguridad sería? Tranquilidad, todo saldría bien - ¡Pero por qué no nos los has dicho desde un principio! 
-          Bueno, yo sí tuve que pensarlo, no es algo que se tenga que hacer a la ligera, y me decidí. Así que muy bien, debemos llegar primero a las montañas. 
Sin perder más tiempo, Ewon ascendió a su caballo y los tres jinetes continuaron con el camino hacia el Norte. Semanas fueron quedando atrás, ya faltaban unos pocos kilómetros para arribar al Lago de las Montañas, como lo llamaban sus tres extraños compañeros. Un crepúsculo más comenzaba a verse.
Ariel aún dormía sobre la menuda espalda de Simploy, Ewon y Agoth galopaban observando el entorno, era despoblado, tal cual a un desierto. 
-          ¡Allí está! - se la oyó a Ewon.
Apuraron la marcha, mientras la joven maga fue despertando a su acompañante.
-          ¿Llegamos? - dijo entreabriendo los ojos atacados por la claridad del sol mañanero.
-          Estamos llegando – le respondió la maga, se la veía entusiasmada.
Iban llegando a las orillas. Arribaron. Después desmontaron y los caballos fueron a arrimarse a las aguas del extenso lago para beberlas, estaban exhaustos, y allí,  el tranquilizante sonido de la naturaleza.
-          Nunca en mi vida me imaginé estar acá - decía el muchacho admirando todo.
-          Nada es imposible, ni mucho menos increíble - le contestó Ewon con una sonrisa en el rostro.
Ariel la observó, y luego, escuchando que el muchacho lo llamaba, fue junto a Agoth que se estaba refrescando el rostro. La maga se había sentado sobre una roca. Ahora miraba al joven guerrero; por su mente transcurrían muchas ideas vinculadas a Agoth. Éste, sin haberlo mirado, pudo percibirlo.
-          ¿Qué mira? - le preguntó de improvisto al joven.
-          Eh... ¡nada, nada! - contestó Ariel sorprendido.
-          Pues algo andaba mirando, señor Ariel - volvió a decirle - ¿o no?
-          Nada más pensaba... -  contestó Ariel.
-          ¿Qué pensaba? - preguntó Agoth.
Tomando fuerzas, Ariel se atrevió a continuar - Estaba mirándote y nada... qué raro que te vestís, como ellas - dijo mirando a las mujeres.
Al escuchar esa confesión, Agoth no hizo otra cosa más que reír - Pues yo opino de usted, viste extraño - le dijo cesando de a poco la carcajada.
Esta vez los dos rieron juntos, así que, notando que el nuevo viajero se iba distendiendo, decidió mostrarle algunas cosas - Espéreme aquí - le dijo-, quiero mostrarle algo...- y se retiró de forma audaz.
Ariel lo vio ir hasta el caballo del que colgaban dos bolsas, se las retiró, y apoyándoselas en la espalda volvió a su lado, otra vez las depositó en la tierra, pero las abrió.
-          ¿Qué hay? - le preguntó.
Respondiéndoselo con actos, Agoth dejó al descubierto un escudo plateado. En segunda instancia, una espada pequeña, tercera le mostró una larga cadena que desde un extremo tenía una bola de espinas – Y ahora el obsequio del gran Túkmuney – le fue diciendo mientras desvainaba la espada - ¿la ve, señor Ariel? Es la espada más poderosa que queda en el mundo.
Nada más contemplaba todos esos trastos, lo único que le salió decir fue “¿el padre de Simploy…?”.
-          Así es, antes de partir en su búsqueda él me ha dado esta espada – contestó el guerrero, ahora con más pinta de su status, mientras miraba de lado a lado la espada. 
-          Nunca había visto estas cosas, sólo en la televisión, pero así, en persona ¡no! – dijo el muchacho. 
Repentinamente Ewon y Simploy se acercaron. La maga venía caminando paso ligero, entonces, ella reprimió - ¡Basta ya, Agoth! - dijo con un corto grito - Deja de mostrar al señor tus violentos objetos, hazme el favor...
-          Como tú lo desees, ya las guardo...- obedeció él mostrando una pícara mirada a Ariel, luego le guiñó un ojo, y sin ser visto por las mujeres, Ariel sonrió.
Concluido el momento, todos se dirigieron a una minúscula loma para allí alimentar sus ayunantes estómagos, parecían hambrientos de meses. Cuando el almuerzo terminó, Ewon fue hacia el lugar donde los caballos descansaban, a unos metros alejados de la lomita, en búsqueda de unos frutos que había lavado y dejado secar mientras Agoth daba cátedra. Fue tomándolos entre sus longilíneos brazos, pero en ese preciso momento, una silueta afilada apareció frente a sus claros ojos. Ewon soltó las frutas que rodaron por el suelo, y una voz, casi igual al silbido del viento, oyó.
-          Sabía que vendrían hasta aquí – dijo - ¡Hola!
Ewon no emitía palabra alguna, exhalaba gemidos nerviosos y una húmeda transpiración empezó a cubrirle el cuerpo.
-          Ewon, ¿qué le ocurre a la prodigiosa dama de la Naturaleza? - volvió a hablarle aquella figura.
-          ¿Qué haces aquí? - le contestó muy seria cuando logró recuperar la calma.
Los dos se observaron mudos hasta que el extraño continuó. En el rostro de la mujer se reflejaba una rara sensación, mezcla de asombro y descontento. 
-          Llévame tú misma con los otros - le pidió.
-          ¡Respóndeme tú a mis preguntas! - dijo firme Ewon.
-          Como tú quieras - le contestó -. Me he enterado de la Misión que el Mago  Túkmuney les ha confiado a ti, a Agoth y a Simploy, mi protegida.
-          ¡Calla! - gritó ella - Porque tú no eres capaz de protegerte ni a ti mismo. ¿Qué es lo que deseas? ¿Qué buscas aquí? ¿Cómo te has enterado de nuestros planes?
Acercándose aún más a Ewon, contestó - Deseo ayudarlos a cumplir la Misión – dijo -. Ewon, sé que me necesitarán...- tomó las delicadas manos de Ewon y prosiguió - Intuye que vendrían al Lago de las Montañas, eres tan predecible...
Exaltada, Ewon le soltó las manos - ¡Suéltame! Si Túkmuney nos ha elegido a nosotros es porque así debe ser, ¿comprendes?
-          Sé que Túkmuney no me ha tenido mucho en cuenta, pero también sé que me aprecia tanto como a ustedes - le respondió -, por eso quiero continuar el camino con ustedes y ofrecerles mi ayuda.
-          Sabes muy bien que si yo te llevo allí tu propósito será cumplido - lo miró haciendo una pausa, echó un suspiro al aire -, sabes que Simploy te admira y que Agoth te aprecia como a un hermano...
-           Pues entonces...- la observó con intrépido ojos - ¿me llevarás con ellos?
Puso la mirada en el suelo, y meditando la respuesta unos segundos, Ewon contestó - Antes dime cómo supiste - dijo resignada.
-          Ya deberías saberlo, Ewon, me extraña de ti. Nuestra magia puede ver aquello que se oculta; me necesitan, espero haberme adelantado a mi hermana, ¿no ha hecho aparición?
Ewon miró seria a los clarísimos ojos del sujeto, y algo preocupada aceptó – No, ni que lo digas, ¡por todos los cielos! Ven, espero que Túkmuney no se enfade por mi decisión.
El peregrino acompañó a Ewon hasta el lugar en donde los demás esperaban ansiosos por comer aquellas frutas. De repente hicieron su presencia. Al ver a aquel ente, Simploy abrió grandes sus violáceos ojos, su respiración se detuvo y dejó caer una flor con la cual jugueteaba. Por otro lado, Agoth se paró de golpe gritando con alta voz el nombre del aparecido: “¡Marakzamet!”.

5

Marakzamet era semejante a un Hombre, pero de cuerpo longilíneo e importante altura, aunque de muchísimo menor tamaño que los gigantes. Sus ojos parecían dos gotas de cristalina agua, porque casi no tenían coloración, y eran de forma almendrada. Su rostro alargado y pálido como la más blanca nieve. Los cabellos rubios brillaban como las estrellas más claras en las noches sin nubes, eran largos, muy lacios y tan finos como el más delgado hilo de seda, llegaban hasta su cintura. El cuerpo lo tenía cubierto por una túnica blanca que cuando la luz se reflejaba en ella, resplandecía. Lo más llamativo de Marakzamet eran sus grandes y puntiagudas orejas.
Él había presenciado el nacimiento de Simploy y la muerte de su madre, es por esto que Túkmuney expresa cierto rechazo hacia él diciendo que es portador de desdicha. Por el contrario, Simploy lo aprecia, considerándolo como un tío y hasta a veces como un segundo padre. En la vida de Agoth había ingresado antes que el Mago Túkmuney. El joven guerrero vio a Marakzamet por vez primera en una tarde de su  niñez cuando refrescaba su rostro en un arroyo y Marakzamet apareció de repente en el aire frente a él. Él fue el que hizo conocer a Agoth los otros Mundos, y gracias a su amistad, Túkmuney pudo salvarle la vida al guerrero. Por este hecho, es que Agoth considera a Marakzamet como un gran hermano, aunque sus razas sean distintas. La historia que lo relaciona con Ewon es aún más compleja. Tantos años eran los que se conocían que nada podía explicar con claridad los ínfimos detalles que entre ellos dos había.
Como él quedaban pocos de su raza, porque la mayoría pertenece al Mal o dejó el mundo decidiendo abstención.

6

Simploy reaccionó y, tan rápido como fue capaz, corrió hacia los largos brazos de Marakzamet. Ellos se abrazaron con tanta fuerza y amor que hasta Ariel, que observaba todo sin entender mucho, pudo descifrar lo tanto que se apreciaban. Poco después, Agoth se acercó a su amigo de siempre, y cruzaron también sus brazos. El rostro de Simploy era alegre. Ewon, a un lado de todo.
-          ¿Cómo has llegado hasta aquí?- preguntó con una felicidad interminable Simploy.
-          Pues los rumores también se oyen en los bosques, es posible que varios conozcan sobre ustedes, por eso decidí venir para ayudar -  respondió Marakzamet - , y también la intuición me ha guiado…- culminó mirando a Ewon.
-          ¡Estoy tan feliz de verte junto a nosotros! - le contestó Simploy.
-          Yo también estoy feliz de verlos - dijo él.
            Miró fugazmente a cada uno de los ya conocidos, luego, al ver a Ariel se detuvo.
-          ¿Cuál de los cuatro es él? - preguntó sin sacarle los ojos de encima.
-          Tierra - le contestó Simploy -, ahora nos encaminamos al Elemento Aire,  Marakzamet. Pero, ¿cómo sabes, quiénes conocer de nuestro camino? Eso me preocupa.
-          Como les dije, los rumores han llegado a los Bosques. Sin querer, pero por  suerte, escuché una conversación que mi hermana estaba teniendo en su alcoba. Hablaba de elementos, portadores y manifestaciones, también mencionó varias veces sus nombres – dijo mirando a Simploy, Ewon y Agoth - , y también el de tu padre, Simploy. Lo que no se es con quién estaba hablando, sí puedo asegurarles que lo hacía vía su Fuente, porque la vi, me asomé por la puerta y la vi sobre la Fuente que brillaba, y cuando brilla es porque hay alguien del otro lado que también usa otra Fuente.
-          Las Brujas del Sur… - susurró Ewon -. Lo más probable es que estuviera hablando con ellas, ¡sino quién más puede estar al tanto de nuestras acciones!
-          Es muy probable, también tengo esa sospecha – aseguró Marakzamet -. Por eso vine, no podía quedarme en mis aposentos como si nada. Fui lo más precavido posible, pero mi hermana no es tonta así que debemos seguir adelante cuanto antes – y ahora se dirigió a Ariel - ¡Muchacho, qué dicha que te hayan encontrado! Tienes mucha suerte que los Elfos no fueron por ti antes que ellos, bueno… - exclamó con las palmas adelante y tirando un poco el cuerpo para atrás como quién adelanta una explicación para no ser malentendido - ¡yo no soy como la mayoría!
-          ¿Elfos...? - se le escapó a Ariel mientras divagaba escuchando la charla. Le cabían tres ideas: o estaba soñando, o se trataba de un loco, o a la realidad le estaba pasando algo raro. 
-          Sí, Elfos muchacho – asentó Marakzamet - ¡y lo dices así sin más! ¿Tú no sabes los que son los Elfos, verdad?
Y la verdad que mucho no sabía, tenía un par de ideas aproximadas, creía que tiraban flechas, tenían orejas puntiagudas, no era mucho, así que decidió negar – No… - respondió tímido, el recién llegado lo intimidaba. 
-          Hicieron un “buen” trabajo… - dijo Agoth - ¡pero no vencerán!
-          ¡¡No!! – exclamaron de pronto con ahínco Simploy, Ewon y el mismo  Marakzamet.
            Y fue él mismo quien accedió a explicar – Mira Ariel, es tu nombre, ¿no? – Ariel asintió – Por cuenta propia decidí cambiar mi destino. Nací en la familia de la realeza élfica, una familia muy influyente en las decisiones que se toman respecto al destino de este planeta, en especial, sobre el destino de la raza humana. Mi familia es de Árbol de la Vida antiguo y de estirpe noble, todos y cada uno de sus miembros son Elfos puros, no hay ni una gota de sangre humana, ¿y sabes por qué? – sin tener en cuenta la respuesta de Ariel, porque quiso hacer una pregunta retórica, prosiguió – Porque no les gusta la raza humana, la defenestran, les da asco, y todas las noches piden por su extinción – ahora miraba a Ewon -. Sí, debo reconocer que los Elfos estamos mejor dotados en cuestiones fisiológicas, tenemos todos cualidades naturales de las que ustedes llaman Magia, no enfermamos ni transmitimos enfermedades, pero aunque sea así ni por asomos estoy de acuerdo con que sean un error del Planeta Tierra y que deban ser exterminados – y colocando sus amplias manos en los hombros de Ariel, lo miró fijo a los ojos, sí que era extraño, pensó el muchacho -. Mi familia comandó el Plan de Exterminio Humano allá por los años 1300 de tu calendario… ¿sabes cuántos magos y comunes mataron? – vio al muchacho gesticular un no, y siguió - ¡Millones! Ahora quedan muy pocos magos blancos y negros, la mayoría de los humanos están encantados y viven vidas como la que tu llevabas, vidas de mentira – le dijo imponiendo su voz, la volvió grave como salida de ultratumba, un escalofrío le atravesó a Ariel la espalda hasta la coronilla – Si nos encuentran nos asesinan a todos sin dudarlo, puede que conmigo incluido – y otra vez miró a Ewon, esta vez con ojos caídos. Después se dio media vuelta y se sentó dándoles las espaldas en el suelo.
-          Bueno, entonces tenemos que irnos rápido de acá – expresó de impreviso Ariel a todos, ellos lo miraron impresionados. 
-          Ariel tiene razón, es mejor que me apure, aguarden un momento aquí, y vayan acomodando las cosas así proseguimos – les dijo Ewon. 
Mientras los demás iban alistando a los caballos, llenando las cantimploras y guardando los frutos, Ewon se aproximó a las orillas del Lago de las Montañas, contempló su extensión y previo quitarse las alpargatas, se levantó el vestido hasta las rodillas e ingresó a las aguas. 
-          ¿Qué hace ella?- preguntó Ariel a la par que guardaban con Simploy las cantimploras. 
-          Ewon ama este lago - dijo contestando con susurros la jovencita - . Ahora verá,  estas aguas son mágicas, dicen que importantes magos se bañaron en ellas...
El muchacho le contestó con una mirada. Todos continuaban con las tareas, todos menos Ariel, porque la mujer alta, Ewon, le daba curiosidad.
Ella dentro del lago, cerró sus ojos y respiró muy hondo. De lenta manera, un tenue brillo de plata comenzó a rodear su estilizado cuerpo, abrió los ojos de golpe y desde su delgada boca rosa pálido palabras en un extraño idioma emergieron: “Repsa Culofh amela Catuna, ripsa loy arropiamot Bupia, Bupia aleloy, Bupia zipza, Bupia corropial. Jepofhia, Jepofhia, Jep”. El significado era: “Energía Poderosa de la Naturaleza, rige de antaño, nosotros te amamos, nosotros te cuidaremos. Gracias por protegernos, gracias por guiarnos,  Gracias”. Terminado el conjuro, Ewon cerró los ojos y el brillo que la circundaba, desapareció. Después fue caminando hasta la orilla y bajó su vestido. Habló a todos - Bueno, compañeros míos, ya podremos partir.
-          ¿Has terminado con la brujería? - dijo irónico Agoth.
-          Sí, he terminado...- contestó disgustada -. Y gracias a mi “brujería” la Naturaleza  no se nos opondrá en el camino. Puedo ver que tú no conoces el verdadero significado del conjuro.
-          Eh... bueno, bueno, ¡partamos de una vez! - interrumpió el Elfo.
Al margen de la discusión, Ariel quedó azorado. Luego, Ewon chasqueó los dedos, y así, los caballos se acercaron, revisaron todo por última vez, y emprendieron la retirada. Antes de invocar a los Ripul, deberían ascender quinientos kilómetros más hacia el Noroeste en palabras de la propia Ewon.
La tarde iba llegando, la luz iba ocultándose lenta entre las nubes y el sol de aquel día se iba poniendo al Oeste. Abriendo el camino entre las filosas montañas, iba Agoth erguido con Marakzamet, siguiéndolo Ewon y por último, Simploy y Ariel, la marcha era muy lenta y sigilosa, había que tener mucha precaución de no caer de esas alturas, pues el terreno era escarpado lo cual la dificultaba. Despacio y tranquila, la noche los atrapó, se les presentó helada como se era de esperar; el viento soplaba rápido. Esforzándose hasta más no poder, tuvieron que detenerse a montar el campamento, porque continuar con la ventisca que de siniestra manera iba penetrando entre las ropas para helarles los huesos, ya era imposible. Desmontando, Ewon encendió los faroles y los colocó sobre una amplia roca, Agoth y Simploy colaboraron en armar la tienda. Ariel observaba todo con atención mientras su cuerpo iba temblando cada vez más. Y Marakzamet fue desenvolviendo los alimentos.
-          ¡Vamos, vengan a alimentar esos cansados cuerpos! - gritó él.
Sin contradecir al pedido del Elfo, los compañeros se arrimaron a la precaria cena allí dispuesta. El viento parecía poder rozarles el esqueleto, así que ya sin resistir el descomunal frío, Simploy se incorporó con dificultad y recordando lentamente el conjuro de El Fuego, lo repitió. Mientras ella se concentraba y emitía palabra por palabra al aire, Marakzamet, Ewon y Agoth continuaban comiendo sin dar mucha atención a la maga blanca, muy distinto, Ariel la miraba sin perder detalles. Repentinamente el fuego apareció. (Increíble… no lo puedo creer, qué flashero. Si se lo cuento a alguien van a creer que estaba drogado, ¡hizo aparecer fuego sin usar un encendedor ni fósforos ni madera frotada! Magia loco, esto es magia) Y poco a poco les fue calentando el cuerpo, haciéndoles sentir un gran regocijo.
Pasadas las horas, entraron a la tienda y tapándose con las pesadas frazadas se recostaron, última entró Ewon sin haber olvidado apagar los faroles. Y la fogata fue extinguiéndose sola en el transcurso de la noche.
En lo más profundo de ésta, Simploy tuvo un extraño sueño. Se hallaba caminando de forma sigilosa por un oscuro puente de roca que conectaba la tierra con un enorme castillo negro. Miró hacia abajo divisando humos púrpuras, y se dio cuenta que la sofocaban, luego al cielo que también era oscuro y que sólo era alumbrado cuando unos fuertes relámpagos se producían. Aún caminaba rumbo al alto portal del castillo. Sus pasos eran cortos; los pies descalzos y sucios de tierra los arrastraba como si ya no pudiera continuar. Sus ropajes estaban mugrientos y desgarrados. Los delgados brazos le colgaban, y sus hombros iban hacia adelante como cayéndose. El rostro lo tenía también sucio y mal herido. Pero ella continuaba intentando no trastabillar en el camino. Cuando estaba por llegar a la gran puerta, una sombra apareció desde allí y habló - ¡Simploy, hija de Simplem!- dijo con voz lúgubre y opaca - ¿Aún no te rindes? -. Con la vista nublada y sintiendo que su cuerpo se tambaleaba, ella dio un paso al frente y, reuniendo fuerzas, se irguió y contestó - ¡He venido hasta aquí para terminar con todo esto! - dijo imponiéndose - ¡Muéstrate! - . De repente aquella sombra se dejó ver, un fugaz relámpago le iluminó el rostro y al mirar la figura, Simploy se estremeció.
Un fuerte grito se oyó en la noche. La maga despertó y una fría transpiración le cubría el cuerpo. La exclamación hizo despertar a Agoth. Se sentó - ¿Qué ocurre, Simploy? -  le preguntó en voz baja. Lo miró y después de unos instantes le contestó - He tenido un molesto sueño, es decir...
-          Has tenido una pesadilla - le dijo él interrumpiendo y completando la frase de la joven - ¿Qué has soñado?
-          Algo horrible - respondió ella -, sentía estar en verdad en ese oscuro lugar, sentí que aquello era tan real como tú, Agoth.
-          ¿Cómo yo...? Acaso, Simploy, ¿soy real para ti? - preguntó Agoth arrimando su rostro al de la maga.
-          Eh... - titubeante, ella no sabía qué responder.
Callaron. Muy despacio se acercaban el uno al otro, mudos. Entonces, Simploy había olvidado el confuso sueño, ahora meditaba sobre Agoth que también pensaba en ella. Se contemplaban acercando más aún sus labios y narices. Estaban ya tan cerca, cuando uno de los compañeros despertó. Era Marakzamet, de prisa, se alejaron a lo cual el Elfo respondió con confusa mirada. Los observó por un instante y después volvió a acostarse y cerrar los ojos. Ambos se recostaron tratando de olvidar el hecho. Sólo tuvieron que transcurrir breves segundos para que otra vez duerman plácidos sin molestos sueños.   

7
  
Ya era de mañana, el helado viento había desaparecido. Ese día, todos amanecieron temprano. Los primeros en pisar la roca fueron Ewon, que preparaba el desayuno y Ariel, que intentaba ordenar todo para la partida. Podo después, Marakzamet salió desperezándose. Aún en el interior de la tienda quedaban Simploy y Agoth. Él fue el primero en hablar - ¡Bueno días, Simploy!- dijo.
-          ¡Bueno días! - respondió ella acomodándose el cabello.
Simploy notó en la mirada de Agoth un resplandor picaresco. La estaba siguiendo con la vista sin dejar pasar detalle alguno, lo cual creaba en ella un estado de incomodidad - ¿Qué, qué quieres? - le cuestionó de repente- ¿Qué me miras tanto?
Él no decía ni una palabra.
-          ¡Te he hecho dos preguntas y es de mala educación no responder ni a una!- exclamó.
La cautivaba, y luego de oír esas palabras, le sonrió bajando el mentón, y decidió hablarle - Sólo la observaba, mi lady... -  le dijo. Después de haberle respondido, se paró y colocándose las botas, salió de la tienda, por su parte Simploy había quedado como una estatua. Poco después, al reaccionar, lanzó un suspiro al aire, ordenó su cabellera, acomodó su pantalón, se colocó sus chatas alpargatillas y salió. Allí todos esperaban para desayunar.
-          ¡Al fin, la maga blanca se ha dignado a aparecer! - dijo Ewon irónica haciendo gestos con las manos.
-          Perdón, es que estaba bastante cansada...- contestó agachando la vista. Y se sentó junto a sus compañeros. 
También los caballos se alimentaban, mascaban unos granos de maíz que  Marakzamet traía en su equipaje. Éste era muy pequeño a comparación con el de los otros; eran dos bolsas de tela suave: en una, similar a una cartera mediana, llevaba un par de botellas repletas de agua y unos lienzos que envolvían esos granos de maíz. En la otra, de mayor tamaño que la anterior, guardaba algún objeto alargado. 
-          Bueno, ¿hoy es el gran día, no? – dijo con la boca llena Agoth.
-          Si te refieres con “gran día” a la invocación de los Ripul, sí, hoy es – contestó
Ewon -, y por favor Agoth, no me escupas en la cara, ya sabes que no me agrada ni un poco – terminó diciendo al mismo tiempo que se limpiaba con el puño la mejilla. 
-          Bueno, bueno…
-          ¡Uh, los Ripul! – suspiró Marakzamet - ¡Hace cuántos años no veo a uno…! – y pensó un momento con la vista hacia arriba – Mmm… si no me equivoco, harán como setecientos cincuenta, setecientos setenta años más o menos.
-           Puede ser – dijo Ewon con tono indiferente.
Para sus adentros Ariel estaba tratando de calcularle la edad al Elfo, prestando atención a una serie de anécdotas que estaba recordando, y que enumeraban las veces que pudo ver al menos de lejos a un Ripul. La conclusión que pudo sacar es que Marakzamet seguro tenía más de novecientos años. Increíble, pensó al instante de crear esa conjetura.
Pasado ya el tiempo y satisfechos, se incorporaron, despejaron el terreno poniendo atención en no dejar rastros, y terminaron de acondicionar todo para continuar con el trayecto.
-          ¡Vamos!- dijo Agoth con tono alentador - Sólo nos restan unos pocos metros para llegar a lo más alto de las montañas. ¿Ahí hay que ir, no Ewon?
-          ¡Excelente! - exclamó sonriendo - ¡Sí, allí invocaré a los Ripul!
-          Perfecto - dijo Simploy.
Todos volvieron a montar. Como de costumbre en estas zonas, Agoth sería el encargado en abrir camino, era seguido por Simploy con Ariel y detrás Marakzamet y Ewon. La brisa cálida ya se había hecho notar, el sol del mediodía comenzaba a rozar sus pieles creando una tenue transpiración en las mejillas, que se tornaban coloradas; las del Elfo de un color rosado. La marcha era lenta, pero segura. A medida que subían más y más, iban notando que las rocas iban haciéndose más fuertes y filosas y sentían que sus oídos se taponaban como si una fuerte energía chocara contra ellos. Entonces, Agoth desde adelante gritó a los demás - ¡A no preocuparse, amigos míos! Esto que sentimos es de lo más natural. Terminadas sus palabras, se detuvo y bajando del animal, empezó a hurgar en una de sus grandes bolsas, del interior, sacó unas hojas oscuras color verde, y las repartió a los compañeros e indicó que las masticaran para evitar el apunamiento. Y prosiguieron. El sol era cada vez más ardiente y luminoso, y el aire denso, pero ellos seguían cuesta arriba, despacio, pero sin detenerse.
Detrás de Simploy iba Ariel apoyándose en los hombros de la joven. Él se sentía relajado y una confusa sensación de mareo se apoderaba de él, lo cual lo tambaleaba de aquí para allá.
-          ¿Qué le ocurre, señor Ariel? - le preguntó notando ese malestar - ¿Se siente mal?
-          Un poco – contestó con los ojos que se le entrecerraban -. Estoy muy mareado,  ¿cuándo llegamos...?
-          ¡Aguante un poco más, señor! No queda mucho camino para llegar a lo más alto  de las montañas.
Un aire de esperanza llenó a Ariel. Lo cierto era que la travesía hacia la invocación de los Ripul iba llegando a su fin, bastaban unos pocos pasos más para arribar al sitio exacto que sólo Ewon conocía. Entonces las patas de los audaces caballos pisaron las empinadas rocas color marrón con sigilo para evitar cualquier caída mortal. Así pues, al fin y al cabo, oyeron la dulce voz de Ewon – Llegamos -  dijo - , es el lugar. Todos bajaron de los caballos, y miraron a la dama; deseaban conocer a aquellas aves fantásticas, o en el caso de Marakzamet, volverlas a ver.
-          Bueno amigos - dijo Ewon -, ha llegado la hora de su partida.
La cara de Agoth enfureció - ¿Qué es lo que has dicho? – Replicó - ¡Repítelo! Ewon lo miró con desprecio, ni en lo más mínimo le había agradado esa actitud - No se los he dicho a ustedes, les hablaba a los leales caballos que nos han acompañado  día y noche hasta este destino - dijo enfadada atravesando a Agoth con la vista. Agoth calló por completo.
            “Como decía - continuó más calmada Ewon -, es la hora en que ustedes partirán  rumbo a sus hogares, que ustedes muy bien conocen. Les agradecemos su ayuda que tan bien nos ha favorecido. Nunca los olvidaremos -  con una sonrisa y moviendo un brazo en el aire - ¡Ahora partan, vamos, partan!
Sin causar disgustos, y sin hacer que Ewon volviera a repetir esas amables frases, los tres fieles caballos fueron alejándose camino abajo, ahora con un poco más de velocidad por no cargar las bolsas de sus buenos amigos y por no ser montados. Transcurridos varios minutos, los animales ya no se veían. Este distanciamiento provocó que el llanto de Simploy estalle en el lugar. Ella amaba tanto a su caballo, con el cual había recorrido todo el mundo. Ewon consoló a la maga, logrando que ese llanto culmine con una linda sonrisa - Ya hablamos varias veces de esto, no te apegues por amor, sí por respeto. Él nunca fue tuyo, sino sólo un compañero que ahora debes dejar libre para que encuentre su propio camino. Él estará bien, Simploy.  - le decía Ewon abrazándola. Más calmada, ella le respondió – Lo sé, lo sé…
Después de un prolongado silencio, Ewon tomó la iniciativa. Debería invocar a los Ripul para poder acotar tiempo. Así, la dama miró unos pocos instantes a cada uno de sus compañeros de viaje y les habló con el rostro más serio con el que la hayan visto hasta el momento, de repente sus años se le vinieron encima, eran demasiados - Lo haré
- les dijo -, pero antes deben prometer por sus vidas mismas que nunca jamás intentarán invocar por sus propios medios a estas aves, ni mucho menos probarán la hazaña de apoderarse de alguno de los Ripul.
Todos se observaron a los ojos, y luego afirmaron al juramento alzando su brazo izquierdo, Ariel, cuando interpretó el significado de la seña, copiando a los demás, también lo hizo. Entonces Ewon estaba ya dispuesta.

8

Dio siete pasos directo a la culminación afilada de la montaña quedando a sólo medio paso del vacío, luego alzó los brazos y comenzó a recitar en alta voz palabras al aire mirando hacia el cielo - Vengan Ripul, los invoco con plena Paz, les otorgo Libertad. Háganse presentes aquí, Ripul, pues la Luz los necesitan.
Ni bien finalizaron las palabras de Ewon, desde la lejanía en el cielo de la tarde comenzaron a divisarse unas figuras resplandecientes. Unos agudos sonidos similares al que las águilas emiten cuando revolotean en lo alto, empezaron a oírse cada vez más nítidos. De pronto, un círculo de aves gigantescas se dispuso sobre ellos. Eran diez,  majestuosas e imponentes. Los cinco compañeros las miraban muy atentos. Entonces  Ewon silbó, y respondiendo al llamado, uno de los Ripul aterrizó seguido por los demás. El primero parecía ser el dominante, aunque entre los Ripul las jerarquías no existen. La dama se acercó a él y empezó a acariciarlo en su largo cuello, poco después el Ripul bajó su cabeza posándola sobre las rocas y Ewon sonrió.
-          Él ha aceptado acompañarnos - explicó Ewon.
-          ¿Y los demás? - preguntó Marakzamet.
-          Aún no lo sé - respondió ella.
Nadie hablaba, sólo veían a los Ripul mirándose entre ellos, y después ellos mismos. Transcurridos los minutos, dos de las aves se acercaron a Ewon y la miraron.
-          Ellos tres vendrán con nosotros - dijo Ewon alegre -, han considerado que tres son suficientes para tan pequeños cuerpos.
-           Entonces... ¿listo Ewon? -  exclamó Ariel de pronto, asombrándose a él mismo por su actitud.
-          Sí, Ariel - contestó ella -. Los Ripul han aceptado la Misión.
Luego de que los tres Ripul que viajarían con ellos se despidieran de los otros siete agitando las alas y entrelazando sus cuellos, retomaron su vuelo hacia su lugar de vida, desapareciendo como estrellas en los cielos. Los tres que quedaban dejaron que los viajeros acomodaran los equipajes sobre ellos y después que subieran en sus lomos.
Ewon sería la guía ahora – Recuerden su promesa, recuerden que nadie puede dominar al Ripul, pues son indomables. Si estamos montándolos es por su consentimiento – les dijo seria mientras se acomodaban antes de emprender el vuelo.  Ella montaba en uno, Simploy y Marakzamet en otro y, por último, Agoth y Ariel. Las enormes aves abandonaron la tierra para navegar entre los aires y las nubes. Volarían hacia el Norte con destino al segundo portador: el Elemento Aire.




A. M. 

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