Manifestaciones
1
Corría, ella corría sin cesar,
cada vez lo hacía más rápido y aunque el cansancio iba apoderándose de su cuerpo, no se detenía. El eco de sus
rápidos pasos resonaba en
las inhóspitas calles de Newcastle junto con el
jadeo de su respiración. Aunque ya la noche
estaba avanzada, el calor persistía agotándola aún más.
Ocho cuadras dejó atrás hasta
que, sin estimarlo, se detuvo posando sus ojos miel
firmes en la acera; estaba taciturna y pensativa. Dio media vuelta y retomó el camino, transitando las mismas cuadras y llegó al punto de
partida. Observándolo, se
desplomó sobre las rodillas cayendo y golpeándoselas
en el duro suelo de la vereda, y comenzó
a llorar sin contención. Sola lloraba observando lo que había sido su hogar. Aún no llegaba a comprender cómo había sido que esas gigantescas
llamas de fuego
invadieron toda la casa, ni mucho menos entendía
cómo, de repente, en el momento que su
padre iba a soplar las velas, porque era el cumpleaños, se incendió todo
matando a
sus primos, a sus tíos, a sus dos hermanos y, peor
aún, a sus padres. Llorando y fregándose el
cuero cabelludo con las manos, fue recordando lo acontecido, “-¡Samy, ve por
los cerillos, por favor!- le dijo su madre. Así es que fue hasta la cocina, pasó un dedo por uno de los arrollados salados que habían cenado y
que ahora quedaba
posado sobre la mesada, se chupo el dedo, y tomó
veloz la caja de cerillos para regresar al
living donde todos aguardaban ansiosos. -¡Ay!- exclamó lanzando la caja a la
mesa, ¿qué
ocurre?- preguntó su hermana mayor desde el comedor
después de haber oído su
corto alarido, -no sé, la caja de cerillos se
calentó…-. Todos la miraron de reojos, ¿cómo
una caja de cerillos iría a calentar?, y para probarlo su madre la tomó al
instante,
la caja estaba como de costumbre.
- ¡Por favor Samy, déjate de
payasadas! ¿Encendiste la hornalla para preparar el café?- dijo su madre.
- ¡Uh, no!- dijo ella dándose media
vuelta con un saltito.
- ¡Vamos, vamos, qué el pastel se
echa a perder!
-
Volvió a la cocina. Buscó uno
de los encendedores que a veces dejaban, lo tomó, giró una perilla y rodó el
encendedor. Y al instante, una llamarada enorme se presentó de forma súbita, y
sin sentir dolor alguno se percató de que tal llama nacía de su propia mano, de
la que agarraba el encendedor.
- ¡¿Qué es esto?!- exclamó al
aire.
A modo de acto reflejo, agitó
la mano y, sin querer hacerlo, llenó la cocina de llamas. Muy asustada, corrió
hacia el living; ya era el momento en que su padre soplaría las velas, lo hizo.
Mas eso desató lo peor… extendió la mano que sin fuego estaba en el mismo
instante en que su padre había soplado, para alertar a su familia de lo que
estaba sucediendo, entonces, las pequeñas llamitas de las velas se convirtieron
en un fogonazo que fue cubriendo a cada uno de los presentes. Sin dar respiro,
todos se quemaron, todos menos ella que sin poder evitarlo un sin fin de llamas
emergían de sus inocentes manos. El hogar ya ardía por completo, por eso, para
poder sobrevivir, huyó despavorida hacia la calle. Corrió sin cesar, el fuego
de sus manos ya no estaba”.
Samy fue cesando poco a poco el
llanto y, aunque shockeada, se incorporó y miró hacia el cielo, estaba
amaneciendo en Newcastle, ciudad a la que sus padres y tíos hermanos de su
padre habían decidido migrar poco después de su nacimiento en León, porque las
cosas en Nicaragua iban en decadencia año tras año y rumores de mejor vida llegaron
a los oídos de su madre cuando los visitó una gran amiga de la infancia. Entre charla
y charla, ella le había comentado lo bien que la había pasado en Australia, y
lo bella y pintoresca que era la ciudad de Newcastle. Y después de seis meses
laboriosos, juntaron el dinero y emprendieron el gran viaje. No fue sencillo
comenzar, pero pasado un tiempo sus tíos y padre ya estaban trabajando en el
puerto de la localidad. Con respecto a su hermana mayor, fue la única en
oponerse, ya que dejaba todas sus amistades al otro lado del océano. Luego de
cuatro años, su hermano nacía y transcurridos dos, los tíos eran padres.
-
¿A dónde iré? Estoy sola...- se
lamentaba Samy sollozando frente su viejo hogar- Qué he hecho... Por dios
santo, qué he hecho...- repetía susurrando sin encontrar respuestas- Pero qué
ha ocurrido... ¿He sido yo...? Yo no lo hice...- todavía Samy no podía entender
lo acontecido hace ya dos horas.
Y emprendió nuevamente la
caminata, arrastrando los pies y con los hombros caídos. El cabello le cubría
el rostro.
2
En una de las comisarías más
transitadas de Newcastle los policías entraban y salían. Algunos llegaban con
detenidos, otros se iban al llamado de situaciones que eran informadas.
- ¡Vamos, vamos Jackson!- gritaba
un policía a otro.
Pero cuando estos dos oficiales
estaban por salir, un dulce rostro se les presentó delante. Logrando atrapar su
atención y, olvidando el otro llamado, ingresaron a la comisaría con la
portadora de esa bella carita.
-
Siéntate, ¿quieres un vaso de
agua?- le ofreció el oficial Jackson. Tímida, ella respondió- Sí, por
favor...-. Él se retiró unos instantes hacia un dispenser de agua; llenó un
vaso plástico y lo acercó a la muchachita.
-
Aquí tienes-.
-
Ella lo tomó muy apurada-
Gracias...- y luego le devolvió el vaso.
Poco después reapareció el otro
oficial que se había retirado para buscar un formulario, su apellido era
Patrick. Él se sentó a un lado de la joven.
- ¡Hola! ¿Cómo te llamas?- le
preguntó.
- Samy... Bueno, mi nombre
completo es Samantha Rodríguez.
- ¿Eres extranjera? ¿De qué país
vienes?- dijo Patrick.
- He nacido en Nicaragua, pero
vivo aquí desde los cuatro meses de edad...- contestó
Samy.
- ¡Muy bien!- dijo Patrick- ¿Qué
edad tienes?
- Dieciocho años, señor.
- ¡Aja! Samantha Rodríguez,
dieciocho años, originaria de Nicaragua...- repasó el oficial-
¿Qué es lo que te trae aquí?
- Yo, yo...- Samy estaba muy
nerviosa.
- Cálmate, ¿quieres otro vaso de
agua?
- No, gracias oficial Jackson-
contestó Samy al leer la plaqueta identificadora del policía.
- Continúe Patrick, disculpe la interrupción,
pero noté que la chica estaba nerviosa- dijo Jackson.
- Usted siempre tan cordial-
respondió Patrick- En fin... en qué estábamos… ¡Ah! ¿Qué
es lo que te trae aquí?
Se hizo una pausa…
- Espero me comprendan...- decía
titubeando Samy- No es sencillo explicarles lo que
me ha ocurrido…
- Habla, te escucharemos- dijo
Jackson.
- Era el cumpleaños de mi padre
cuando yo... Algo pasó, ¡algo que no entiendo! Sólo encendí un encendedor para
prender una hornalla, porque mi madre me lo había pedido, y el fuego de pronto
empezó a salir de mis manos...
Los oficiales se miraron de
repente.
“¡Pero yo no quería, en
realidad no quería! ¡Pero el fuego no paraba de salir de mi mano derecha!-
explicaba alterándose mientras miraba una y otra vez sus manos - Y otra vez ocurrió
lo mismo cuando mi padre sopló las velitas, el fueguito se transformó en
gigantes fuegos, y de repente se volvieron a pegar, se pegó a mi mano
izquierda, y después de eso las llamas no cedían y salían cada vez más y más de
mis manos…
- Luego... ¿Qué ocurrió? -
preguntó Patrick tomando una postura más seria.
- La casa se incendió toda, con
mi familia dentro... Yo soy la única que sobrevivió...- contestó Samy melancólica.
- Mire señorita Rodríguez... -
dijo Patrick repasando el formulario de un vistazo; se tomó unos segundos para
proseguir- Esto que nos ha comunicado es... Es algo que la incrimina bastante,
por no decir del todo, ¿me entiende?
- Sí que lo entiendo, usted me
está diciendo que yo soy la culpable, que yo maté a mi familia... ¡Yo no lo
hice, deben creerme!- decía ella mirándolos a los ojos - ¡Yo no he sido,
oficiales, yo no lo hice!
- Pero señorita Rodríguez, usted
nos ha dicho con sus propias palabras que esas llamas salieron de sus manos...
– dijo Jackson al momento que se cruzaba de brazos - ¿usted no cree que eso es
algo bastante culposo?
- Sí, sí, así fue- dijo Samy -
¡Pero yo no quise que salgan, esto nunca me ha pasado! ¡Tienen que entenderme!
- Pero usted lo hizo, Samantha
Rodríguez- dijo Patrick efusivamente echándole un fugaz vistazo otra vez al
formulario.
- ¡No, no! ¡Yo no lo hice! -
gritó Samy.
Todos lo presentes comenzaron a
observar la escena de histeria que de pronto Samy, Patrick y Jackson crearon.
Los gritos de la joven se expandían por toda la sala, entonces, notando que
Samy empezaba a alejárseles, Patrick gritó a todos -¡Oficiales, deténganla!
Muy veloces cuatro oficiales la
rodearon y de sus cinturones tomaron las esposas. Ella gritaba comunicando que
era inocente, mas ellos no la oían, sólo trataban de cumplir aquella orden. Los alaridos de Samy
cada vez eran más fuertes y más agudos.
De manera espontánea, después
de haber cerrado los ojos y volverlos a abrir, ahora con una mirada fría y
seria, ella extendió los brazos colocándolos perpendicularmente a su cuerpo y
sin esperar más, desde sus manos disparó grandes llamaradas que caían sobre todos
los objetos de la comisaría. Aún más fuego ardiente emergía de las manos de Samy,
quemando todo a su paso. Y como antes, Samy huyó corriendo.
3
Impredeciblemente despertó en
la noche; muy agitado, sudado y con el corazón que parecía salírsele del pecho.
Jadeaba sin cesar, sin poder contener la agitación que le invadía todo el
cuerpo. Su pecho se movía sin contención alguna, de arriba hacia abajo sucesivamente.
Los hombros le tambaleaban, porque los brazos, que estaban sin equilibrio sobre
el colchón cubierto con transpiradas sábanas blancas, no eran capaces de
sostenerlos. El rostro, pálido, con grandes ojeras amarronadas bordeaban sus
ojos azules tan abiertos. Una gota de sudor iba deslizándose desde la sien
hasta el cuello para luego desplomarse en el pecho que continuaba moviéndose
sin parar. El cabello corto y lacio muy desordenado y húmedo como todo él
mismo.
Entonces miró a su alrededor,
por último notó que la ventana estaba abierta; las cortinas celestes “volaban”
al compás del viento. Se sentó en la cama descubriéndose las piernas también
sudadas, después se paró caminando por la habitación directo a la ventana. La
cerró. Fue hasta la cocina, allí bebió un vaso de agua helada muy veloz tratando
de calmar esa desenfrenada sed que secaba su garganta. Al terminar, posó el vaso
en la mesada y, dándose media vuelta, se dirigió al living. Se sentó en el
sillón con las rodillas separadas apoyando sus codos en éstas; las manos
colgaban. Miró el televisor, lo encendió y utilizando el control remoto comenzó
a hacer zapping. Nada en absoluto, tantos canales, y al fin y al cabo, nada que
llamara su atención. Lo apagó. Se recostó hacia atrás, apoyando la espalda en
el respaldo del cómodo sillón marrón, de igual color que las cortinas, la
alfombra y el pequeño mantel de la mesita ratona. Cerró sus ojos y poco a poco
su respiración y palpitaciones volvieron al estado normal; el sudor fue
desapareciendo.
La noche pasó de prisa, dejando
lugar al resplandeciente sol que se asomaba por la ventana del living, y que se
reflejaba en el durmiente rostro.
- ¡Logan!- una voz femenina se
oyó de pronto - ¡Logan, hijo, despierta! - ahora más elevada- ¡Logan despierta!
¿Qué haces aquí dormido?
Despertando rápido y alterado,
él habló.
- ¡Eh, qué...! ¿Qué pasa? ¿Mamá,
qué haces aquí? - preguntó sorprendido.
- ¿Qué hago yo aquí?- dijo su
madre irónicamente - ¿Qué haces tú aquí, Logan? ¿Por
qué no estás en tu cuarto, hijo? - interrogó ella.
- Yo, yo, yo... No sé qué hago acá...
- Pero... ¡Logan! - le dijo su
madre confundida.
Logan estaba pensativo, él
observaba el suelo cubierto con la alfombra; después miró a su madre, que
estaba muy preocupada, y dudoso habló -En verdad no sé muy bien lo que ocurrió a noche. Pero sé que me desperté a eso de las
tres de la madrugada muy
agitado, mejor dicho, asustado, y vine a tomar un vaso de agua y después me
quedé
dormido aquí. ¡Eso, creo, que ocurrió...!-, algo
preocupada, su madre volvió a preguntar
- Mmm... ¿Has tenido una
pesadilla, hijo? -. Un silencio trascurrió.
- Ha pasado un ángel...- dijo
bromeando Logan.
- ¡No me cambies el tema que
estoy apurada! - fastidiada exclamó ella.
- No lo sé, mamá! ¡No lo
recuerdo!- dijo Logan elevando su voz.
- Bueno, parto. Llegaré tarde al
trabajo- besando la mejilla de su hijo y tomando una cartera que estaba sobre
la mesita ratona-, ¡a dios, cualquier cosa me llamas al celular!- y se fue.
Como de costumbre, Logan había
quedado solo en la casa.
4
Él vivía en una casa a tres
cuadras del Central Park, en Nueva York, desde sus cuatro años, pero en
realidad era originario de un pueblo chico de México. Como su padre ocupaba el
puesto Gerente General de una gran empresa de Software con cede en Nueva York,
decidió con su madre ir a vivir a los Estados Unidos. Ella trabajaba en un local
de una reconocida marca de ropa femenina como vendedora por propia elección y gusto;
su sueldo sólo aportaba a algunos gastos, porque en verdad el que mantenía el elevado
estilo de vida de la familia era el sueldo de su padre.
Sus padres se conocieron en un
pequeño pueblo de México; cuando su padre había viajado por un negocio, y como
en esos tiempos su madre trabajaba de mucama en el hotel en donde él se había
hospedado, pudieron cruzar sus vidas. Ella era mexicana, como Logan, pero su
padre era estadounidense, de allí que el joven posea sus ojos azules y piel más
clara que la de su madre. Luego del cumpleaños número cuatro de Logan, y
finalizado el negocio que mantenía al padre allí, se mudaron a Nueva York.
Eran una familia feliz.
5
Sabiendo que ninguno de sus
padres llegaría a su casa al menos dentro de ocho horas, Logan llamó a su novia
por teléfono.
- ¡Hola! ¿Quién habla?- dijo Mary
al atender.
- ¡Hola nena! Soy yo.- respondió
Logan dulcemente.
- ¡Hola, mi amor! ¿Cómo estás?
- Más o menos...- dijo Logan- Por
eso te llamaba así vienes a mi casa a hacerme unos mimitos…
- ¿Qué ocurre, estás bien?-
preguntó a su novio, Mary.
- Sí, sí... Pero quiero que
vengas, mis padres no llegan como hasta las seis de la tarde...
- ¡Ja, ja, ja! Bueno, ya voy para
allá. ¡Chau!
Y sin perder más tiempo, fue a
bañarse. Ya cambiado, ordenó su habitación, colocó otras sábanas en la cama, y
listo, fue hacia el living para esperarla, porque pronto llegaría. El timbre se
oyó, era Mary. La hizo pasar acompañándola con un abrazo mientras cerraba la
puerta con llave.
- ¡Mmm...! ¡Hueles bien, Logan!
Hermoso...- dijo Mary mientras lo miraba a los ojos.
- Tú más...- contestó él. Luego
la besó con un corto beso.
Abrazados y besándose sin
cesar, fueron directo a la alcoba. Sin dejar de besarse se
recostaron en la cama. Sin decir palabra, ellos iban desnudándose poco a poco;
Logan
recorría todo el armonioso cuerpo de Mary. Los
azules ojos de Logan la cautivaban, ella era
una chica de cabello largo, lacio y rubio, ojos verdes y nariz afilada adornada
con un
piercing que brillaba como un diamante, ahora
semidesnuda.
- Eres tan bella...- decía Logan
embelesado.
- Tú también- dijo Mary-, yo no
sé cómo no aceptas la propuesta de Peter para la publicidad.
- ¡Ya sabes que no me agradan
esas cosas, Mary!
- Pero...
- ¡Nada, no me gustan!- contestó
molesto.
- Okay, okay...- dijo ella para
culminar la discusión- Pero... ¿En qué estábamos...?
Retomaron los arrumacos, mas
algo ocurriría que iba a confundir por completo a Mary.
Al momento que hacía el amor, de pronto, Logan, viéndola a los ojos, gritó retirándose
para pararse en el suelo.
- ¿Qué te ocurre, Logan?-
preguntó Mary sorprendida.
- Yo, yo, yo...- sin poder
contestar, balbuceaba Logan, a la vez que jadeaba.
- Qué- te- ocurre...- enojada
dijo.
Se miraban a los ojos el uno al
otro, poco después la mirada de Logan se posó en la ventana, la observaba
fijamente, Mary no comprendía… él la miraba muy meticuloso, luego cerró los
ojos y tan audaz los abrió sin retirarlos de la ventana. Ésta se abrió de forma
muy brusca mientras una enorme ráfaga de viento ingresaba y envolvía todos los objetos
de la habitación, lo que hizo gritar a su novia. Logan sólo contemplaba el
sitio en caos. Extendió su brazo izquierdo, abrió la mano y, realizando un
ademán, la cerró. Al instante de haberlo hecho, el viento desapareció.
6
Dos amigas se bañaban en el
Lago Victoria, en las costas que limitaban con Tanzania. Las dos estaban muy
felices jugando con el agua porque luego de hacer las tareas diarias que sus
madres le otorgaron, pudieron ir a refrescarse en aquella tarde donde la
temperatura superaba los treinta y cinco grados centígrados. Las dos compañeras
se reían del sin fin de estupideces que juntas creaban en compañía de la cálida
agua del lago. Una de ellas salpicaba a la otra, mientras que esta última
trataba de tapar sus ojos que cada vez iban irritándose más y más.
- ¡Basta, detente!- gritaba la
salpicada agitando sus brazos.
- ¡Ja, ja, ja! ¡Toma esto Zatí,
tómate toda el agua!- le decía una y otra vez arrojándole
agua.
- ¡Ya no es gracioso, Elisa, ya
basta!- le contestó Zatí incorporándose cubriéndose
-
el rostro con las manos.
Zatí estaba muy molesta. Para entonces no le parecía en
nada gracioso el “juego”, y empezó a dirigirse a la tierra. Elisa continuaba
salpicándola.
- ¡Pero acaso no lo entiendes!
¡Basta Elisa, basta!- dijo Zatí muy enfadada.
Elisa sin cesar le arrojaba
agua a Zatí. Ella un poco más alejada del lago le gritaba a su amiga que acabara
con el molesto juego. Mas Elisa no cesaba. Entonces, ya muy enojada, Zatí se
arrojó al Lago Victoria y comenzó a salpicar con agresividad a Elisa. De esta
forma, las dos habían desatado una lucha con un sólo fin...
7
Zatí tenía dieciocho años de edad, de los cuales dieciséis
los había vivido en Tanzania, en la ciudad de Bukoba ubicada en las márgenes
del Lago Victoria. Sus dos primeros años de vida los vivió en la ciudad
brasileña de Fortaleza, muy cerca del Océano Atlántico. La decisión de viajar
hacia África fue tomada por su padre porque en Brasil era buscado por el
policía, acusado de un crimen que él no había cometido. Allí en Tanzania
residía el resto de su familia, sus abuelos y sus tíos paternos; en aquel lugar
jamás sería hallado, por ende sus vidas serían pacíficas y tranquilas.
Las actividades allí en Bukoba
eran bastante rutinarias; los habitantes se conocían muy bien, por lo que Zatí
pudo hacerse de muchos amigos, entre los que figuraba su vecina y mejor amiga
Elisa, una chica nacida en la capital de Kenia, Nairobi, con la que había hecho
amistad desde pequeñas. Zatí no tenía hermanos, aunque pudo haber tenido uno,
si no fuera porque su madre lo perdió al realizar un trabajo forzoso en una
hacienda.
Pese a la humilde condición de
vida que llevaban, eran una familia muy unida y feliz.
8
Un gran enojo corría por las
venas que, sin pensarlo ni decidirlo, hizo alzar a Zatí sus dos brazos muy
rápido y abrir las manos colocándolas muy rígidas. Elisa continuaba en las
orillas del lago tratando de salpicar aun más a Zatí, mas ella, un poco alejada,
no quería jugar más... entonces Zatí cerró sus castaños ojos, separó las
tostadas piernas y, como si una fuerte brisa hubiere en el lugar, su oscuro
cabello mota comenzó a moverse por los aires. Abrió de repente los ojos y cerró
las manos, luego las volvió a abrir y con un veloz gesto agitó los brazos...
sin esperar que ocurriera, las calmadas aguas del lago se convirtieron en una
gigantesca ola que sin contención alguna sumergió a Elisa. Después de haber
cometido la acción, Zatí cerró sus manos y colocó los brazos al costado del
cuerpo y cayó sobre la tierra sin fuerzas. Elisa flotaba un poco lejana a la orilla,
estaba inconsciente.
Al oír los gritos de Elisa y el
tremendo sonido que el agua había hecho, llegaron los padres de Zatí con las
hermanas de Elisa al lugar de la escena.
- - ¡Zatí, hija!- gritó su madre
acercándose a ella- ¿Qué ha ocurrido? ¡Háblame, por favor!
Muy débil, Zatí miró a su madre
- Mamá... busquen a... a... a Elisa- le dijo casi sin habla. Obedeciendo a ese
pedido, el padre de Zatí y las dos hermanas de Elisa ingresaron al lago para
rescatarla; había ingerido mucha agua.
“Un, dos, tres...”. El padre de Zatí le practicaba respiración boca
a boca a Elisa y luego presionaba su pecho con las manos. Pasado un tiempo,
Elisa pudo escupir todo el líquido. Las dos amigas estaban a salvo.
9
Siguiendo las indicaciones de
su entrenador, todos iban colocándose en posición para comenzar con la prueba
de los cien metros llanos.
El ubicado en el andarivel
número cuatro, sentía que el palpitar del corazón iba acelerándose sin haber
empezado con la carrera. Estaba nervioso, porque si él lograba superar la
marca, podría participar en el Campeonato Nacional de Atletismo, del cual soñaba
ser parte desde los nueve años, edad en que había decidido empezar con este deporte.
El “ya” se escuchó, entonces todos
comenzaron a agilizar sus piernas lo más rápido que podían; él por el momento
ocupaba el último lugar. El sol del mediodía chocaba en los rostros de los
corredores haciendo que las gotas de sudor acrecienten. Él se había adelantado,
estando ahora en el tercer lugar. Restaban veinte metros. Todos podían escuchar
los gritos alentadores de su entrenador. La carrera era pesada, la meta estaba
hasta el momento compartida por tres corredores.
Él los veía de reojo, tratando
de superarlos aceleró la marcha, porque si no lo hacía, iba a llegar segundo a
la meta. Podía sentir que su corazón le latía cada vez más rápido y que la
transpiración lo sofocaba de pies a cabeza. Corría sin aminorar ni por un instante
la marcha, pero hasta entonces tanto esfuerzo no estaba valiendo la pena,
porque el chico del andarivel número dos llegaría antes. Sin poder concebir
este hecho, él juntó todas sus fuerzas, y aceleró más; restaban cinco metros.
Él deseaba ganar, deseaba arribar primero a esa meta para conseguir ese sueño
tan preciado, así pues, impulsado por el gran sentimiento de superar esa marca
y competir en la liga más importante de su país, acumuló toda la energía en su
interior y, después de haber cerrado por un instante los ojos, la emanó de sí.
10
Su nombre era Ariel, su edad dieciocho años. Nacido en la
provincia Buenos Aires en el país Argentina. Toda su vida la había hecho en
Escobar. Vivía con su madre y su hermano menor en una casa muy cercana a un
club a donde a diario Ariel iba a entrenar para cumplir su máximo sueño: llegar
a competir en el Torneo Nacional de Atletismo.
Sin padre, creció entre su
abuela y su tía. Éste escapó pasmado al enterarse que iba a ser padre con nada
más que diecisiete. Por su parte, la futura madre sólo tenía dieciséis años de
edad. Con respecto a su hermano, dos años menor que él, sí conocía a su padre,
pero no deseaba verlo porque era un “desquiciado ladrón alcohólico”, como él solía
llamarlo. Ambos pensaban que su madre no tenía suerte con los hombres por ser tan
ingenua.
Los tres eran felices, a pesar
de las carencias económicas que sufrían. Con una escasa entrada a través del
empleo de su madre, que consistía en limpiar casas, y algunas changuitas que él
y su hermano iban consiguiendo, suministrándose correctamente, podían llevar
una vida digna.
11
Al descargar la energía
acumulada por las ganas de ganar, un extraño remolino de tierra rodeó a Ariel,
sólo a él. Ubicado en el centro del fenómeno se alarmó, entonces, para
deshacerse de esa molesta tierra, sacudió los brazos hacia todos los sentidos.
La carrera se detuvo, todos miraban el extraño suceso.
Después de haberse despejado el
rostro, pudo observar que a su alrededor se había formado un círculo perfecto
con la misma tierra del remolino, que ahora flotaba circundándolo. Muy
sorprendido, estaba allí, a dos metros de la meta, la miró y luego a su rival.
Éste no reaccionaba. Sin desaprovechar la oportunidad, Ariel dio un fuerte pisotón
al suelo de la pista, entonces, como por arte de magia, una gran loma se formó en
aquellos dos metros. Terminada la formación, Ariel subió al extremo que tenía
más cerca y de repente ese extremo se elevó hacia el cielo creando un barranco
por el cual Ariel bajó rápidamente, y
llegó a la meta. Por el momento nadie salía del estado de shock. Nuevamente
Ariel pisó con fuerza la tierra; la loma desapareció dejando la pista como en
un principio. Una voz se oyó - Ariel, vos sos el que se va a la Liga
Nacional... - dijo sereno el entrenador.
El joven cayó al suelo lleno de felicidad, lo había
logrado, su sueño se cumpliría, o eso es lo que pensaba después de haber ganado
de la forma más insólita la competencia.
A. M.