lunes, 29 de abril de 2013

La espera más anhelada



- ¿Te parece que va a venir?- le decía a su compañero.
- Y… nos dijo que sí, no creo que falte a su palabra- contestó el otro al primero.
Los dos estaban mirando a la ventana que tenían a unos pocos metros del lugar donde se pasaban los días. Estaban muy atentos y bastante ansiosos esperándola, porque ella les había prometido que hoy vendría.
- ¿Y si nos ven?- preguntó el primero.
- No creo, ella nos aseguró que todo se iba a dar en perfecto secreto- le respondió seguro.
- Porque si nos ven... ¡chau!- dijo enérgico- Ojalá llegue a tiempo...
- Le tengo mucha confianza- le contestó su compañero.
Una hora, dos horas, tres horas... La casa estaba silenciosa, muy tranquila sin toda esa gente de aquí para allá, ruidosa y gritona. Sólo ellos dos mirando por la ventana; hacía un día de lluvia, había un poco de viento y las hojas ya habían comenzado a caer de los árboles. La calle parecía estar desierta, porque a diferencia de los días de semana, como habían aprendido que se llamaban cinco días seguidos escuchando a la gente ruidosa de la casa, pasaba de tanto en tanto uno de esos que largan humo fatigador. Y allí aguardaban nerviosos y ansiosos, era ahora o nunca, porque la gente ruidosa de la casa se había ido el día que escuchaban como viernes, y no iba a volver hasta el día que escuchaban como sábado, para el sábado a las diez de la noche, precisamente, cuando la luna se vería y ellos dormirían, claro está, si ella no llegaba antes. Por eso, tenía que llegar, para tener tiempo suficiente.
- ¡Uf, ya se está por ir la luz!- exclamó el llamado Petit.
- Va a venir, vas a ver- le contestó esperanzado una vez más el llamado Penacho.
Siguieron esperando, aún llovía. Para cuando ambos estaban abuchonados y cabeceando de sueño, una luz verde los avivó.
- ¡Hey muchachos, ya llegué!- escucharon que les hablaba la vocecita de ella, ya estaba ahí, ya había llegado. Se había aparecido como acostumbraba a hacer cuando la gente ruidosa no andaba por la casa.
- ¡Llegaste Liletí!- dijo Penacho con alegría.
- Claro que sí, amigos, ¿qué pensaban, que iba a dejarlos aquí y faltar a mi palabra? Pues no, ¡un hada nunca rompe sus promesas!- confesó Liletí a los compañeros.
Entonces la pequeñita hada, que revoloteaba moviendo sus dos alas de mariposa muy veloz, posó sus delicadas manos sobre la puerta de la jaula que colgaba de la pared y la abrió - ¡Vamos, vamos, no teman, todo va a estar bien!- los alentó, pues esta sería la primera vez que desplegarían sus emplumadas alas fuera de esa angosta jaula de finos barrotes blancos y forma ovoide; tenía más o menos 30 x 20 cm., un comedero con alpiste y mezcla para pájaros, un bebedero y una piletita donde Penacho y Petit se bañaban todas las mañanas.
- Es difícil- dijo temeroso Petit-, ¿y si nos come un gato?
- Para nada, Petit, eso no ocurrirá, nosotros tenemos alas- alentaba con un rostro muy jovial el hada-, ¡vamos amigos, vengan conmigo, seremos muy felices! Deben probar el sabor de la libertad.
Los dos compañeros emplumados, Petit amarillo y Penacho negro con un estilo de corbata roja, se observaron. Fueron juntos saltiqueando hasta la puertita, la miraron una y otra vez, con un ojo y con el otro. Se fueron acercando más y más hasta estar bajo el umbral asomando los picos. Y al fin, impulsados por la valentía, salieron al aire y extendieron como nunca antes lo habían hecho, sus alas, y empezaron a sobrevolar todo el living-comedor de la casa.
- Como les había indicado cuando nos vimos la vez anterior, no traten de salir por la ventana, está cerrada y se van a terminar golpeando contra el vidrio- les recordó Liletí.
Así fue que ambos se pararon sobre la jaula, ya fuera de ella, y miraron al hada, por su parte, ella se encendió de luz verde, los cabellos repletos de hojas y flores se le agitaban - Nos vamos, despídanse para siempre de su prisión -.
Los tres fueron envueltos por la resplandeciente luz verde de Liletí, los cubrió y sin más los sacó.
El clima se había mejorado, ya no llovía y el cielo estaba limpio y la luz de las estrellas y de la luna creciente les fue marcando el camino…
Desde esa noche, Petit y Penacho junto a su amiga, el hada Liletí, volaron hasta el final de sus largos, libres y felices días.
A. M.

viernes, 19 de abril de 2013

La noche mágica de Helena y Tomás


Sinopsis
Hay sueños que nos quedan grabados para siempre.
Esta es la historia de un sueño peculiar de dos hermanos en el cual, al pedido de unos seres fantásticos que conocen en él, llevan a cabo una hazaña.
Brindando su ayuda, Helena y Tomás descubrirán la magia de los sueños.
La noche mágica de Helena y Tomás ofrece a las y los lectores más jóvenes la entrada al mundo de la fantasía incitando la imaginación tanto desde lo visual como desde lo literario. La realidad y la magia se unen en este cuento para reavivar las llamas de la emancipación.

*
Esta es la historia de ese mundo mágico donde cosas increíbles pueden suceder, pero que muchas veces no es recordado. Esta es una historia de un sueño.

            Como la mayoría de los niños de cuatro y seis años, al dar el reloj las diez de la noche, los dos hermanos, Helena y Tomás, se iba a dormir. A veces por su cuenta, y a veces medio a los berrinches cuando mamá y papá se ponían insistentes en no dejar que sigan despiertos.

            Ocurrió en una noche de enero, luego de haber pasado dos horas de haberse quedado dormidos, cuando Helena, la más pequeña de los dos, abrió los ojos y vio cómo ella y Tomás estaban acostados no en su cama cucheta, sino en dos flores enormes muy parecidas a las margaritas, pero cada pétalo era de un color diferente: rojos, violetas, amarillos, turquesas, naranjas, azules, verdes y muchos más. Asombrada se dio cuenta que tampoco estaban en su habitación, sino en una plaza, ¡no, era más grande! Estaban en un parque, pero Helena no sabía en cuál.
            - ¡Tomás, Tomás! - lo llamó desde abajo sin haberse bajado de la flor.
            Entonces, Tomás fue despertándose. Al poco tiempo, se dio cuenta de lo mismo que Helena ya había visto. Se sentó en la flor y le dijo a Helena - ¿Qué está pasando?
            - No sé, ¿dónde estamos? - contestó ella.
            - Vamos a ver – dijo decidido Tomás – Si queremos saber qué pasa, hay que ir a averiguarlo.

            Como era su costumbre al bajar de la cama, Tomás dio un salto al suelo, que ahora en vez de ser un piso de grandes cerámicas color beige, era pasto verde que se extendía hasta donde ellos llegaban a ver – Seguime Helena – tomó a su hermana de la mano. Ella bajó de la flor, y juntos fueron dando los primeros pasos en ese mundo en el que estaban.

            De a poco, empezaron a aparecer árboles altos y de gran follaje: ellos avanzaban y sus ojos empezaban a ver árboles que antes no veían. ¿Acaso todo estaba cambiando?, pensaron Tomás y Helena. Sí, así era, porque si bien el suelo era pasto, ahora el mundo parecía más un bosque que un parque. Habían aparecido muchísimos árboles, algunos con los troncos llenos de nudos, otros parecían más jóvenes, y tenían los troncos finos y más claros. Había árboles con los tallos colgantes y hojas pequeñas, y otros con tallos que se extendían hacia el cielo.

           Y de pronto, apareció un sin fin de hadas brillando como lucesitas  que volaban por los aires, de aquí para allá, dejando sus resplandores. Helena y Tomás se sorprendieron bastante, porque nunca antes habían visto hadas; eso sólo pasaba en los cuentos. Pero las estaban viendo, no podían llegar a contarlas, porque todavía no habían aprendido a contar más de cien.

            En ese momento, algunas se les acercaron y se le apoyaron en el cuerpo. A Tomás se le apoyó una en la cabeza, otra en el hombro del lado derecho, y otras dos le revolotearon por la espalda y la cintura. A Helena, una se paró frente a ella en el pasto, otra en el hombro izquierdo, y una más se quedó volando frente sus ojos negros. Y entonces, el hada que se había parado en el pasto les habló. Muy distinto a lo que ellos se imaginaban de las voces de las hadas, les habló con una voz que oyeron muy bien y sonaba como la de las mujeres más grandes.
            - Gracias por venir hasta aquí. Necesitamos de su ayuda para liberar a uno de nuestros amigos de una trampa en la que ha quedado atrapado.
            - Perdón, ¿pero ustedes nos pueden decir dónde estamos? - le preguntó al hada Helena.
            - ¿Pero es que no lo saben? ¡Vamos, sígannos! - y salió volando seguida por las demás.
       - ¡Hey, esperen! - les gritó Tomás con la mano levantada. Así es que no les quedó otra alternativa que seguir al grupo de hadas. Habían dicho que necesitaban de su ayuda...

            Esquivando los árboles, corrieron lo más rápido que pudieron detrás de las veloces hadas. Pero imprevisiblemente no hubo más bosque, de un momento a otro desapareció y lo único que vieron delante de ellos fue una escalera blanca flotando en el espacio. Miraron hacia donde terminaba la escalera, y vieron que el grupo de hadas los esperaba y los estaba llamando.
            - ¡Vengan, suban, vamos! Ustedes son los únicos que pueden salvar a nuestro amigo.
            Helena y Tomás se miraron.
            - Yo quiero ayudar al amigo de las hadas... – le dijo con ojos tristes Helena a Tomás, la típica mirada que le ponía cuando quería convencerlo de algo sin decírselo directamente.
            - Sí. Y yo quiero saber qué es este lugar, creo que del otro lado de esa puerta al final de la escalera, vamos a encontrar la respuesta.
            - ¡Sí! - dijo Helena, ahora con el rostro más animado.

            Así fue como Tomás y Helena se decidieron, y subieron por la escalera más larga y más extraña que hubieran visto en sus vidas. No tenía barrotes e iba subiendo a veces en forma de espiral, otras veces formando rectángulos, también haciendo curvas horizontales y verticales. Y a los lados de la escalera, nada. Se parecía mucho al espacio, en donde los planetas, las estrellas, los meteoritos, los astros están. En un momento se les ocurrió mirar hacia abajo, pero no supieron encontrar un abajo, porque la escalera había dado tantas vueltas que habían perdido de vista el extremo desde donde entraron en la escalera y salieron del bosque.

            Y entonces, subieron los últimos cinco escalones y llegaron a un pequeño piso como un cuadrado que iba cambiando de colores. Ahí mismo había una puerta color azul. Escucharon las voces de las hadas que les decían - ¡Ábranla! -, pero miraron a su alrededor y ellas ya no estaban allí. Un poco asustados, intercambiaron una mirada entre los dos como para consultarse - ¿qué hacemos? -, y al mismo tiempo pusieron sus manos en la manija, la bajaron y abrieron la puerta.

            Cruzaron la puerta algo tímidos, y cuando vieron el nuevo lugar al que estaban entrando, se sorprendieron: era una habitación como cualquier habitación de chicos de su edad. A primera vista no parecía haber nada extraño, pero... Fue cuando Helena dijo – ¡Tomás, mirá! -, él fijó la vista hacia donde Helena le estaba señalando, y ahí él también lo vio.

            Había un fénix encerrado en una jaula. Sabían que era un fénix porque era un pájaro de plumas rojas, naranjas y amarillas, de tamaño como un perro grande, el pico como las águilas, pero muy parecido a los pavos reales. Y en ese momento, mientras Helena y Tomás contemplaban al ave fénix, las hadas aparecieron otra vez. Y la que antes les había hablado, comenzó a decirles – Necesitamos que liberen a nuestro amigo. Nosotras no podemos porque es una jaula soñada para encerrar seres mágicos, nuestras habilidades no sirven.
            - ¿Soñada, cómo? - preguntó Tomás.
            - ¿Pero que todavía no se han dado cuenta? - exclamó el hada – Este es el mundo de los sueños, donde los sueños viven. A veces ocurre que los sueños son tan fuertes que llegan a quedarse muy memorizados y sus efectos crean realidades en este mundo. Nuestro amigo ha sido capturado por una persona que sueña con encontrar al ave fénix. Lo malo es que quiere atraparlo y encerrarlo así, en una jaula especial para que no pueda escapar y así poder contemplarlo hasta el fin de sus días.
            - Nosotros podemos abrir esa jaula – afirmó Tomás.
            - Entonces abrámosla – agregó Helena.

            Juntos, como cuando habían abierto la puerta para entrar al sueño de esta persona donde tenía atrapado al ave fénix, pusieron sus manos en la traba que cerraba la puerta de la jaula, hicieron un poco de presión, y lograron abrirla. Y fue en ese instante que el ave fénix salió volando de la jaula como una estela, luego desplegó sus radiantes alas y les habló a la mente – Muchas gracias, me han liberado. Ahora puedo volver con mis amigos del mundo mágico.

            Pero sin que Helena y Tomás llegaran a responder a tan bellas palabras, abrieron los ojos y Helena vio las tablas de la cama de su hermano, y Tomás el techo de su habitación. Entonces, con la memoria muy fresca Tomás se arqueó hacia abajo y Helena lo miró. Y a lo lejos, les pareció escuchar el canto de un ave. Tomás saltó de su cama al centro de la habitación y Helena se paró al lado de su hermano. Y miraron al suelo donde encontraron una pluma del ave fénix, que guardarían para nunca más olvidar el día en que lo liberaron.


FIN


Escrito por A. M.
Ilustrado por Hare Bari 

Versión impresa disponible, solicitar a las autoras a: 

ana.papelyfantasia@gmail.com o a arboldeplumas@hotmail.com

miércoles, 17 de abril de 2013

Sobre la cultura digital



Asistimos a un cambio en la estructuración del sistema capitalista, donde la valoración del capital se da mediante el conocimiento, configurando una nueva división internacional del trabajo que se regula a través del saber y la captación cognitiva en provecho de lo financiero. Es un capitalismo, según Rueda Ortiz, cognitivo.  Dentro de este contexto, la cultura irrumpe con fuerza como un campo de batalla y de negociación del poder social (Rueda Ortiz, 2008). Conjuntamente, la creciente incorporación de las Tecnologías de la Información y la Comunicación a escalas globales, la popularización de la computadora, el mejoramiento de las herramientas para la producción audiovisual, han favorecido a la producción doméstica de bajo costo y buena calidad, y la posibilidad de compartir dicha producción en la web, cruzando límites espacio-temporales.
Entiendo a la cultura digital, también llamada cibercultura, como una cultura crecientemente digital siendo un fenómeno de las sociedades contemporáneas. Es aquella que surge como la imbricación de las tecnologías de la comunicación y de la información en los procesos culturales (Lago Martínez, 2012). El lugar donde se desarrolla es el ciberespacio o la red, entendido según Lévy como el nuevo medio de comunicación que emerge de la interconexión mundial de los ordenadores, mientras que la cibercultura refiere al conjunto de técnicas materiales e intelectuales, de las prácticas, de las actitudes, de los modos de pensamiento y de los valores que se desarrollan conjuntamente en el crecimiento del ciberespacio (Lévy, 2007, Pág. 1). Esta forma de percibir a la cultura digital da cuenta que las relaciones se dan entre una multitud de actores humanos que inventan, producen, utilizan e interpretan dichas técnicas, porque no se puede separar lo humano de su entorno material ni los signos e imágenes a través de los cuales dan sentido a su vida y a su mundo (Lévy, 2007).
Para entender el desenvolvimiento de la cultura digital, es esclarecedora la postura de Rueda Ortiz cuando menciona que las tecnologías por sí solas no producen transformaciones políticas, sino que son las estructuras, las redes y las prácticas sociales en las que éstas se insertan, las que otorgan un significado y configuran tendencias de uso e innovación social, de dominancia o de cooperación (Rueda Ortiz, 2008, Pág.14). Así, mientras el capitalismo captura la fuerza y la vitalidad de los cuerpos-mentes persiguiendo los fines del mercado y del consumo, la autora menciona la producción de formas de resistencia, de creatividad social y de acción política que tienden a la construcción de sentido mediante la movilización social y la expresión estética haciendo posibles la transformación de la realidad a partir de relaciones horizontales y de auto-creación.
Si bien el ciberespacio se constituye como una herramienta para la difusión y la comunicación entre individualidades y grupos, existe una articulación entre el mundo virtual y el territorio geográfico donde los grupos, colectivos y movimientos llevan a cabo sus acciones. Según el trabajo de Lago Martínez, las identidades son construcciones sociales que se moldean en relación a un entorno histórico, geográfico, institucional, cultural, económico, es decir, en un ámbito signado por relaciones de poder. Es así que cuando el entorno varía y se amplía a escala global, las identidades se ven afectadas y se reconfiguran (Lago Martínez, 2012). Percibir la cultura digital significa verla como una esfera de cambios en los modos de producir y difundir. De esta manera, las prácticas comunicacionales se conciben como una acción de intervención, una herramienta artística, estética y política que apunta a la transformación social, al margen de la diversidad de objetivos que procure: contrainformar, desarrollar niveles de conciencia, agitar, formar cuadros, etc. (Bustos, 2006 en Lago Martínez, 2012, Pág. 131).  El ámbito de la cultura digital es un nuevo campo de poder tanto en la información, dominación, saber, participación y socialización. Su apropiación implica un cambio en las estrategias de intervención política y una nueva concepción del espacio y el tiempo, y contribuye a la conformación de identidades colectivas que se reapropian del espacio simbólico y articulan el ciberespacio con el territorio. Estas nuevas identidades, colectivos sociales y culturales en palabras de Mauro, Amado y Alonso, perciben a internet y las nuevas tecnologías como facilitadoras de la comunicación, permitiendo que se desarrollen muchos más espacios de intercambio (Mauro, Amado y Alonso, 2012, Pág. 131). Según su investigación, el ciberespacio se constituye como un campo de acción, en donde los colectivos articulan este escenario virtual con el espacio geográfico para la acción directa.
En relación, el concepto de beligerancia cultural acuñado por Rodriguez complementa la idea de la cultura digital como un campo de relaciones de poder, en tanto, permite considerar la relación entre los movimientos y los medios de comunicación no sólo en el marco de los cambios en las subjetividades, sino también en clave de la constitución del campo político y de la pertinencia a él de los medios de comunicación (Rodríguez, 2006, Pág. 236).
El horizonte de esta sociedad atravesada por la cultura digital se inscribe, entonces, por un lado, en la cooperación, la creatividad social y la cultura entendida como libre, y por otro, en relación a las novedosas formas de dominación y captura propias del capitalismo contemporáneo (Rueda Ortiz, 2012). Los conflictos y luchas ya no tienen sólo un carácter de clase, sino que se ponen en juego una nueva y múltiple dinámica de intereses y prácticas sociales.
A.M.

lunes, 15 de abril de 2013

Educación


Nos atan la libertad a sólidos ladrillos hechos de prejuicio,
nos alientan hacia la mediocridad y nos alejan de la creatividad,
nos exigen discreción y apariencia.

Pretenden moldearnos, formarnos, hacernos,
para que marchemos al compás de sus estrategias,
para que respondamos “sí” a lo enseñado como correcto y “no” a lo enseñado como incorrecto.

Tedio, apatía, aburrimiento, violencia, y el sin sentido…
Porque la escuela existente no es más que la cárcel de niños.


A. M.

¿Qué somos?



Una pregunta común en nosotros...

Hacia la búsqueda de sentido nos hacemos esta pregunta a nosotros mismos, con nuestros semejantes. El humano se pregunta a sí mismo qué es, por qué existe, cómo ha llegado todo lo es a ser. Al parecer no existen certezas en tales asuntos, y es cierto, nadie es capaz de afirmar el origen de la existencia, del Todo y de la Nada. Simples clasificaciones dicotómicas que hacemos para ordenar las ideas, las cosas, los eventos, la vida.
La Vida, lo que existe, ¿o lo que pensamos que existe…? Desde las aguas hemos brotado, en este mundo toda la vida se vale en el Agua, ¡qué elemento más extraño y sin embargo es nuestro sostén! El sostén de la Vida Terrícola es el agua. Bueno, pero la pregunta inicial es “¿Qué somos?”, es decir, ¿qué es el Humano? Sólo podemos sacar respuestas desde nuestras propias apreciaciones, porque los animales, las plantas, los minerales, no nos pueden dar una expresa respuesta a tal pregunta; ellos no nos hablan, ¿o sí lo hacen y somos nosotros, los Humanos, los que no sabemos interpretar sus disímiles lenguajes? ¿Es que ellos tienen lenguaje…? Según el Humano no, y por eso somos diferentes, porque podemos hablar; hemos configurado lenguajes por aquí y por allí, del Sur al Norte, del Oeste al Este. Todos los Humanos nos manejamos con lenguajes. Pero… ¿acaso los demás seres que habitan en La Tierra no se comunican entre ellos y también con nosotros? Por ejemplo, cuando un perro gruñe al menos podemos entender que no le gusta lo que está pasando, y por eso gruñe. Así es, “al menos”, no sabemos con total precisión si lo hacen por eso, pero intuimos por haber compartido mucho tiempo con ellos, durante la Historia.
Entonces, qué somos, si los demás animales también tienen un sistema de comunicación propios en cada especie, ¿por qué decimos que el Humano se diferencia por poseer Lenguajes? Hay otras cosas que se dice el Humano a si mismo para caracterizarse como distinto: la Razón. Una cualidad algo particular, algo distinta, algo ¿especial?
Creemos que los animales y las plantas y los minerales no tienen Razón, que actúan por simples instintos naturales. Son ellos Naturaleza, en cambio, el Humano se dice que él sí tiene Razón y que puede manejar a esa Naturaleza. Puede manipular los minerales, las plantas, los animales y transformarlos a lo que él quiere, en comida, por ejemplo, en puentes, en autos, en un electrodoméstico, en ropa, en mascotas… El Humano es capaz de transformar su ambiente, cambia lo natural y lo hace antinatural, altera el mundo en el que ha nacido, y es consciente de esta acción. Los demás seres no lo hacen, hasta el momento no hemos visto a ningún mono (lo cito como uno de los seres que más se nos asemejan) que haya construido un avión, pero tampoco hemos visto uno que haya contaminado el lugar en donde vive. El Humano al tener esa cualidad de modificar lo natural, lo que estaba antes de que él llegue al planeta, empieza a crear un desequilibrio, al cambiar el cauce de un río, cambia la Naturaleza, cambia la vegetación, cambia la fauna, cambia lo que estaba y hubiera seguido estando si él no hubiera actuado.
Entonces, qué somos. Somos seres que modifican lo natural, somos capaces de cambiar lo que existe, de crear algo nuevo que sin la mano del Hombre no existiría. Pero al cambiar lo que existe, el Hombre- Humano deja sus desperdicios por allí y por allá, crea la Contaminación que no existiría si él no hubiera modificado lo que existe. Somos duales, somos seres que pueden crear y al mismo tiempo destruir. Somos los únicos seres que matan sin razón alguna, sin necesidad natural a la Vida. Somos los únicos seres que han creado la Guerra, somos los únicos seres que tienen codicia, ¿por qué somos así? ¿Por qué las aguas nos han creado, por qué hemos surgido desde el Equilibrio, por qué la Naturaleza nos ha dado la oportunidad de existir si somos tan despiadados e insensibles…? Bueno, no todos los Humanos somos así, hay de los que aman la vida, aman a las plantas, a los minerales, a los animales y a los humanos. ¿Será cuestión de generalizar ese amor? Amor, el humano siente amor, pero siente odio. ¿Los animales sienten amor y odio? Creo que sí, que todos los seres lo sienten, al menos en este Globo sí. El amor es la base de la Paz, el Humano debe afianzar al Amor para seguir viviendo, de lo contrario la Naturaleza nos va a devorar; no me opongo, porque si el Humano no cambia su lado malo, su sed de codicia, de avaricia, de odio, de Egoísmo, nos llevaremos a nuestras tumbas a todo un planeta de Vida. No es justo si eso pasara, porque los demás seres no han hecho los cambios que el Humano sí, no han desequilibrado a todo un Planeta lleno de vida.
El Amor debe brotar como aquellas aguas primordiales que han creado, y si el Humano es capaz de escribir tales pensamientos, si es capaz de hacer música, si es capaz de cuidar a otros seres, eso es Amor, eso es Solidaridad, eso es ser uno con todos, eso es la Paz; pero si no crecen tales valores, debemos perecer porque no hemos valorado lo que la Naturaleza nos dio: la Vida.

A. M. 

domingo, 14 de abril de 2013

El Descubrimiento


Cuando cumplió nueve años ocurrió el descubrimiento.
Como era costumbre en estos festejos, concurrió mucha gente, de aquí y de allí, pues las fiestas de los reyes no eran despreciadas, ya sea porque el esplendor estético y culinario las caracterizaba, o porque si uno se negaba habiendo sido invitado corría el riesgo de terminar en las mazmorras. El día había amanecido claro, el sol era radiante y los colores de la primavera pintaban de vida el inmenso jardín real.
Desde que le corrieron las cortinas y la claridad le pegó en la cara, presintió que este sería un cumpleaños diferente, no por la manera en que las quince siervas la vistieron con un atuendo de seda china a estrenar, ni por la cantidad descomunal de comida que desbordaba de la mesa de 5 metros de largo, ni por la muchedumbre invitada, más de la mitad completamente le era desconocida, ni por las dieciocho docenas de regalos lujosos que recibió; esa primavera avistada desde el ventanal de 7 por 10 metros que enfrentaba a su cama, le insinuó la estrategia que horas más tarde guió su acción. Primero para no romper la costumbre saludó a los presentes –amigos, familiares cercanos, conocidos del séquito real- estrechó abrazos e intercambió besos en ambas mejillas, y con los demás una que otra reverencia, o nada. Después bailó el insoportable vals con Rey padre y de esa forma se dio comienzo al baile en el salón correspondiente, una habitación muy amplia, de techo alto cubierto de par en par por una delicada pintura, esas de ángeles y nubes, hecha por un artista italiano contratado por sus padres. Estuvo presente un poco ahí y otro tanto en el jardín en donde habían dispuesto la comilona, en el interín intercambió charlas banales con la Reina madre, charlas que viraban de los buenos modales que una princesa debe tener, el trato despótico que una princesa debe seguir con los sirvientes, los regalos que la princesa recibió, la dieta que la princesa debe cumplir para ser bella y bien amada, todas cuestiones que ella se sabía de memoria y que para sus entrantes nueve años empezaban a trastornarla y le generaban un peculiar rechazo que todavía no podía terminar de entender.
Transcurridas dos horas, pudo escabullirse perdiéndose en la multitud que ya para esos momentos más de la mitad estaba ebria, contabilizándose en esa mitad su propio padre.
Se fue alejando lo más que pudo, lo cual iba haciendo que vaya en dirección al sótano, lugar en el que nunca había estado y al que hasta ese día nunca se había atrevido siquiera a ir, pues se trataba de un lugar oscuro, frío y sombrío del que los siervos rumoreaban con temor y preferían evitar, mas la princesa fue. Se sentía rara pero satisfecha, al menos no tenía que pasar el cumpleaños otra vez con toda esa gente desvariada e inepta, dos cualidades que empezó a usar para describirla. Cuando llegó a la descendente escalera para ingresar al sótano, tuvo que ejercer su autoridad en el guardia que dubitativo al final le dio paso; al fin y al cabo ella era la heredera y hoy era su cumpleaños. Y entró al sótano, sí que era feo. No estaba muy alumbrado, alguna que otra antorcha dispuesta en las paredes le permitía divisar cosas amontonadas: muebles pasados de moda según el criterio de su madre, pilas y pilas de libros y manuscritos cubiertos de polvo, bueno, todo estaba cubierto de polvo en ese lugar del palacio. También notó, más o menos, que estaban mezclados en el montón, juguetes que ella había usado cuando era más pequeña. Prácticamente a los tumbos se fue inmiscuyendo en la habitación, intuía que era por ahí aquello que estaba por cambiar su rutina, por eso decidió caminar hasta las profundidades del sótano, hasta donde la luz de las antorchas no alcanzaban a llegar. Ahora a ciegas, iba dando lentos pasitos con los brazos extendidos y las manos dispuestas para tantear su alrededor, y tropezó bruscamente con quién sabe qué objeto, hecho que plasmó el ambiente con un retumbante ruido a desastre. Otra vez tuvo que ejercer esa maldita autoridad para poder continuar con la odisea sin ser interrumpida y desterrada de esa habitación, y condenada a pasar el resto de sus días prisionera de su condición; porque la princesa tiene que llevar una vida armoniosa y tranquila, el Santo Espíritu así lo quiere, como los ministros recomendaban a sus padres. Ella sabía que el mundo no era lo que le decían que era, porque su curiosidad interrogó varias veces, cuando podía llegar a hacerlo a espaldas de los reyes y el séquito, a los siervos. Ellos le confesaron las calamidades que afuera de palacio se padecían, cuestión que movilizaba sus criterios.
Y cuando logró deshacerse del guardia que por poco y entraba al sótano, se dejó ver frente suyo. Fue extraño, porque la oscuridad era muy espesa, pero los ojos azabache de la cumpleañera podían verlo. Sin más se incorporó y durante un minuto el unicornio y la princesa se cautivaron frente a frente. Sin mover las bocas, ambos conversaron.
- Al fin has venido, Alexandra- le dijo el unicornio a la princesa.
- ¿Quién eres, qué eres? ¿Por qué vives aquí?- le preguntó ella.
El unicornio permaneció unos segundos observador hasta que decidió responderle las preguntas – Soy Krameal, soy lo que ustedes los humanos llaman unicornio, y no vivo aquí, ¿acaso piensas que tengo tan espantoso gusto para escoger mi morada?
-Me parece que no, ¿y de dónde eres, qué haces entonces aquí, Krameal?- volvió a consultarle la princesa.
- Tu padre me ha capturado hace once años, y hace once años que no hablaba con alguien. Me ha encerrado en una jaula de barrotes que mi magia no puede destruir, estoy cerca de la muerte, hace mucho que no me alimento pues el sol no llega en donde me han encerrado- el unicornio transmitía tristeza, mucha tristeza.
- Pero yo no te veo en ninguna jaula…- cuestionó pensativa.
- Estoy usando la poca magia que me queda para comunicarme con el único humano de este lugar que tiene gran corazón, soy un espectro de mi verdadero ser- le confesó el unicornio-.  Por favor, sígueme y te mostraré mi cuerpo.
Fue así que la princesa siguió al holograma del unicornio, iba flotando, sumergiéndose aún más en lo profundo de la habitación, bien al fondo. Traspasaron muchas cosas, ella tuvo que pisar sobre varias y saltarlas para poder seguir con la travesía. Entonces el unicornio espectral cesó y le dijo – Mírame con tu valeroso corazón, y descubrirás mi prisión-. Luego ella cerró los ojos por un momento, se reconcentró en una cálida cosquilla circundante, y cuando sintió que la calidez la regocijaba y le daba paz, los volvió a abrir y delante vio la espantosa jaula circular de gruesos barrotes de hierro, de 4 metros cuadrados por 5 metros de alto, y en medio, sobre el duro y helado suelo, sin agua y sin alimento estaba agonizando el unicornio. Él abrió sus cristalinos ojos y vio a la princesa.
- Me has encontrado, Alexandra- le dijo sin mover la boca.
Desesperada, y aún sin poder entender por qué su padre había hecho algo tan brutal, empezó a caminar alrededor de la jaula para encontrar la abertura – No mueras, Krameal, yo te voy a liberar, aguanta un poquito más- rogó ella al unicornio.
- Sé que a pocos pasos encontrarás eso con que ustedes desgastan este material, ve hacia tu izquierda, unos siete pasos- aconsejó él.
Sin perder ni un segundo, la princesa hizo lo que el unicornio había dicho, y fue así que encontró una lima bastante buena. Volvió con la herramienta en mano y empezó con el trabajo: limó y limó el gran candado que cerraba el pasador de la jaula. Resultó ser una tarea difícil, pero la princesa al fin logró el cometido, entonces rompió el candado, lo dejó caer al suelo y abrió la puerta. Entró a la jaula y abrazó arrojándose a él, al unicornio. - ¡Vamos Krameal, tenemos que salir de aquí!- exclamó.
- Muchas gracias por escucharme- le agradeció el unicornio mientras intentaba incorporarse.
En verdad que estaba débil, casi no podía dar paso, así y todo, fueron hasta la salida del sótano. A su favor, era el momento del recambio en la vigilancia y dado que el guardia no quería perderse el festín, huyó del puesto un rato antes de la llegada de su reemplazo. Y salieron…
Tomaron el camino que iba directo a los jardines reales, y a causa de la magia de Krameal que de a poco su cuerno espiralado generaba, pues la luz de los ventanales lo iluminaba, pasaban desapercibidos por la muchedumbre ebria y descompuesta. Y pisaron el césped, y olieron el aroma de las flores. Cruzaron por delante de la mismísima reina sin ser vistos y se internaron en el bosque que crecía hace muchas generaciones, pero aún estaban en los dominios de la realeza.
- ¿A dónde vas?- consultó de pronto la princesa al unicornio.
- Lejos de aquí, donde ningún humano pueda verme- le respondió cesando un instante la marcha.
- Llévame contigo, Krameal- pidió la princesa-. Mi mundo no es mi mundo. Son perversos, mi padre y mi madre hacen sufrir a mucha gente, te han encerrado y casi mueres. A mi también me encierran…- y lo miró a los ojos cristalinos y bondadosos.
- Eres una buena persona, pero no puedes venir conmigo, Alexandra.
- ¡Por favor, te lo suplico! Yo también moriré si me dejar aquí con ellos.
El unicornio hizo brillar su cuerno espiralado, la brisa le arremolinaba sus onduladas crines del color de la Luna, y los cristalinos ojos miraron a su compañera. Ella se reflejaba en el iris de Krameal, era la silueta de otro unicornio.
Ambos se alejaron al galope para nunca jamás regresar. Las flores brotaban a su paso.
A. M.